Activos digitales

Criptoarte, un mercado del arte para la realidad virtual

Impulsada durante la pandemia, la ola de los NFT encontró un rentable modo de comercializar el arte digital. Memes, diseños gráficos, canciones y ambientes 3D que valen millones, se validan en blockchains y se reproducen por miles, pero tienen un solo dueño. Por Luciano Lahiteau

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26-04-2022

Ilustración Juan Pablo Dellacha

 

Así como las plataformas de streaming audiovisual y musical lograron encauzar el consumo de los usuarios virtuales hacia un servicio digital pago, la cultura de la encriptación está abriendo un nuevo capítulo en la historia del arte. Aún antes de la paralización del mundo físico durante la pandemia, los tokens no fungibles (conocidos también por su sigla en inglés, NFT) creaciones digitales se convirtieron en la gran novedad del mercado del arte. Estas unidades intangibles, irremplazables e insustituibles se comercializan por millones y prueban la autenticidad del archivo al que están asociados en un sistema descentralizado. Es una certificación de propiedad sobre un archivo que puede tener millones de copias, pero cuyo original está encriptado en una cadena de bloques (o blockchain, como las que sostienen a las criptomonedas) que garantizan su validez como únicas y exclusivas.

La cursiva de 'original' es sustanciosa, porque lo que el mercado del criptoarte vino a reponer es la idea de obra única e irremplazable en un entorno que se acostumbró a la intercambiabilidad y al cuestionamiento de la autoría individual y el origen unívoco de una pieza de arte digital. La cultura de internet, y las disciplinas artísticas que crecieron o potenciaron en ella, se había autodefinido como un lugar libre de las restricciones de los derechos de autor y las leyes de la comercialización tradicional. 

Ese tiempo terminó y el flujo de intercambios está virando de la noción de compartir a la de vender o monetizar. El formato NFT condensa esa novedad: un código digital que prueba la propiedad exclusiva sobre una obra que, en muchos casos, ha sido vista y es poseída por otras personas en una copia que nada tiene que envidiarle al original. Obras que no tienen lugar fuera del mundo virtual y que, por tanto, ponen en crisis todo el sistema del arte: galerías, museos, marchantes, críticos y espacios de exhibición privados parecen obsoletos ante la certeza y el disfrute íntimo de ser dueño de algo único. Para los artistas que trabajan en soportes intangibles y con lenguaje de programación, la tecnología de los NFT parece traer una respuesta a su limitación para comercializar sus creaciones.

 

Un golpe de mercado

El 11 de marzo de 2021, un comprador pagó 69,3 millones de dólares por un archivo de imagen JPG titulado Everydays - The First 5,000 Days  (“Todos los Días: Los 5.000 primeros Días”), creada por el diseñador norteamericano Mike Winkelmann, más conocido como Beeple. La venta fue un hito por el monto de la transacción, pero también por el ámbito: fue la primera vez que la tradicional casa de subastas Christie's ofreció una obra que no existe en el mundo físico. Y la primera vez, en 225 años, en que aceptó el pago en una moneda no respaldada por un Estado: la transacción se hizo a través de la plataforma Ethereum y su criptomoneda ether. 

 El mosaico atiborrado de 5 mil imágenes que convirtió a Winkelmann en el tercer artista vivo más caro del mundo (detrás de eminencias como Jeff Koons y David Hockney) marcó la tensión máxima de una burbuja de valores de los NFT que muchos comparan con el preámbulo del colapso, y otros ven como el umbral de un mercado a consolidarse.       

Algunas estimaciones sostienen que los NFT generaron unos 3.264.000 de dólares durante el año pasado. Es un espectro que engloba desde ventas de menos de diez dólares a compras de varios miles. En abril, por ejemplo, Zoë Roth, la joven protagonista del meme conocido como Disaster Girl vendió la imagen digital (original de 2005) por medio millón de dólares.  Y meses más tarde se registraron ventas de otros archivos digitales aún más difíciles de concebir como arte: el cofundador de Twitter Jack Dorsey vendió su primer tweet por 2,9 millones de dólares, y el científico y desarrollador de internet Tim Berners-Lee aceptó 4,5 millones por el archivo original de la World Wide Web, que desarrolló en 1991. 

Según la firma de investigaciones en el mercado del arte londinense ArTactic, el interés por este tipo de piezas y el volumen de dinero que mueven tiene una explicación sencilla, derivada de los cambios económicos resultantes del desplazamiento hacia la producción virtual que trajo la pandemia y la aparición de nuevos oferentes. "El mundo del arte está experimentando un cambio generacional hacia coleccionistas jóvenes”, sostiene en un análisis reciente. Y señala, sobre todo, a nuevos millonarios cuyas fortunas proceden de empresas tecnológicas de países asiáticos: culturas donde, no casualmente, existe una connotación y valoración completamente distinta de la dicotomía original/copia que es determinante en la historia del arte occidental.

En Diderot.Art, un sitio de arte argentino que tiene una galería virtual propia que incluye una colección en NFT, piensan en la misma sintonía. Según la curadora Stefy Jaugust, el blockchain permitió “darle el sentido de 'escasez' necesario al arte digital para el interés de los coleccionistas”. En declaraciones a Infobae, Jaugust afirmó que el auge “está absolutamente ligado al crecimiento e interés que vienen teniendo las criptomonedas. Y está acercando nuevas audiencias a la compra de arte y el coleccionismo”. Para el artista Alberto Echegaray Guevara, los compradores de criptoarte “están impulsados por varias cosas que son totalmente diferentes” a los mercados del arte tradicional. “Beeple está alrededor de los 5 millones [de seguidores] y un porcentaje altísimo son personas ricas en cripto y relacionadas a la economía en sí misma, y eso hace toda la diferencia”.

 

Explosión y sedimento

Los años por venir darán la respuesta: ¿estallará la burbuja, como pasó con la crisis de los tulipanes en el siglo XVII o el crack de las punto com a fines del siglo pasado? ¿O se consolidará un nuevo mercado del arte para los nativos digitales con ansia y poder de exclusividad en sus consumos? 

Para los agoreros, la proliferación de estafadores y el interés voluble de los nuevos y jóvenes millonarios son el indicio de que el mercado de NFT se acerca a un abismo. Tammy Parker, analista principal de GlobalData, cree, por ejemplo, que “este tipo de moda coleccionable surge cada generación, alimentada por la manía de comprar antes de que el mercado se estabilice y desaparezca por completo o se mantenga en una forma menos frenética. [...] Muchos NFT ya han perdido valor desde que se acuñaron”. Otros se apoyan en que, después de alcanzar su punto máximo a principios de 2022, Google Trends muestra que las personas han perdido interés en buscar la palabra "NFT".

Entre enero y marzo de 2022, el precio de venta promedio de un NFT cayó de 6.800 a 2.000 dólares según el rastreador de mercado NonFungible. Y las ventas diarias acumuladas cayeron de 160 a 26 millones durante el mismo período. Operadores como Wyndham Lewis, socio gerente y cofundador de la empresa de metaverso Curate42, dicen que el estallido está a la vuelta de la esquina. “Las valoraciones logradas han sido impulsadas por un pequeño grupo de criptoespeculadores que elevan los valores”, explicó al portal Veredict. “La valoración de mercado de NFT de 38 mil millones de dólares lograda en 2021 fue creada por [menos del 5% de] los titulares de billeteras criptográficas. Actualmente, el mercado está estructurado como una pirámide, y los rendimientos de estas valoraciones dependen de la entrada de nuevos compradores y de que sigan elevando los precios”. 

Como sugiere una investigación de Chainalysis, de las 360.000 personas propietarias de los 2,7 millones de NFT que existieron entre febrero y noviembre de 2021, menos de una décima parte de esos propietarios poseían el 80% del valor del mercado. En ese mismo período, hubo aproximadamente 300 millones de personas usando criptomonedas, lo que significa que el mercado del criptoarte es tan privativo y excluyente como el del arte tradicional. 

Las similitudes con las instituciones capitalistas del arte es lo que, justamente, permite esperanzarse a quienes creen que un nuevo mundo se abre. Cuando el covid les impedía recibir visitantes y generar ingresos para su sostenimiento, algunos de los más famosos museos del mundo se volcaron a la fuente de los NFT. El Museo Hermitage de San Petersburgo subastó NFT con reproducciones de sus obras físicas en gran resolución, con lo que recaudó 400 mil dólares. La galería Uffizi de Florencia vendió un NFT de Doni Tondo de Miguel Ángel, el Museo Británico vendió 200 NFT de Hokusai, la galería Whitworth en Manchester vendió una edición limitada basada en The Ancient of Days de William Blake y el MoMa vendió como NFT las obras creadas mediante inteligencia artificial por el artista Refik Anadol. 

“Solo he estado practicando en el espacio NFT, si es que eso es un espacio, durante los últimos 18 meses”, señaló el artista en un debate en torno a su muestra. “Y ese es un tiempo muy limitado, por supuesto, aunque acelerado por las redes sociales y cierta apertura y velocidad. Esa apertura es inesperadamente muy inspiradora. Tengo coleccionistas en todo el mundo y no tengo ni idea de cómo son, quiénes son. Son solo IP. Son solo nicknames. Pero son reales”.

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Redacción Mayo

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