EN LOS BARRIOS

La metáfora de la cámara elástica

Historias de barrio Müller - Por Juan Federico

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23-07-2020

Aquella tarde, la cama elástica era toda una novedad. Alguien la había prestado en medio de una actividad solidaria y pronto una fila de niños y adolescentes comenzó a rodearla en la puerta de la parroquia de barrio Müller, un sector empobrecido de la ciudad de la ciudad de Córdoba donde la violencia suele aflorar con una frecuencia patética.

Se trata de un territorio en el que las carencias se multiplican. Asentado en los alrededores del cementerio San Vicente, en realidad Müller es sólo una referencia de una conglomerado mucho más importante: Maldonado, Villa Inés, Campo de la Ribera, Bajada San José, Renacimiento y Colonia Lola son sólo algunos de los barrios aledaños que forman todos juntos una mancha social y urbana que todos los días interpela al resto de la ciudad.

Allí, la droga y la violencia se asentaron hace ya dos décadas, en medio de la desocupación, la informalidad laboral y la deserción escolar.

Fue esa tarde cuando la cama elástica adquirió otro significado. Y fue un adolescente el que sin proponérselo se lo dio. El muchacho no paraba de saltar. Saltaba y saltaba mientras el resto aguardaba con impaciencia por su turno. Le pedían que bajara y cuando al fin lo conseguía, el muchacho se colaba en la fila para volver a subir. Empujones, reproches y un ímpetu casi incontrolable.

Hasta que el cura Mariano Oberlín, el motor de esa parroquia que hace años se convirtió en toda una referencia de trabajo y denuncia social en la zona, se le acercó, lo puso las dos manos en la cara y logró que, al final, el joven lo mirara.

-¿Qué te pasa?, le preguntó.

-Es que esta es la primera vez que puedo volar sin drogas, respondió el muchacho.

Oberlín no deja de recordar esa anécdota para sintetizar todo el desafío que allí tiene por atrás y por delante, en medio de una densa capa de dolores callados y acumulados.

Recordar y describir la obra del cura y su grupo en esa zona de la ciudad de Córdoba es una buena manera de proponer un conjunto de intentos de soluciones al drama de los jóvenes, los territorios y las fragilidades sociales.

Porque Oberlín comenzó años atrás, en silencio, un trabajo de campo. Un diagnóstico que no nació en un escritorio sino en el propio terreno de la realidad. Observó cómo los jóvenes se tuteaban desde temprano con la muerte. Drogas, armas, pero, sobre todo, una ausencia de futuro. ¿Para qué estudiar? ¿De qué sirve deslomarse en una obra? ¿El mañana tiene otro significado con respecto al hoy?

En Redacción Mayo, hemos contado cómo se mata en la ciudad de Córdoba. Pero, también, cómo en el resto del país la preocupación por la violencia y las juventudes también ha generado todo tipo de acciones más positivas. Desde prevención hasta acción. Un diagnóstico robustecido con miradas de todo tipo. Como punto de partida para otro mañana que no sea sólo la repetición del hoy.

Aquello que Oberlín comprendió a poco de caminar el barrio y escuchar a los jóvenes. Allí donde el horizonte ha quedado atrás, la muerte suele anidar antes de tiempo.

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Redacción Mayo

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