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The Collapse: un apocalipsis sin zombies

Desde este mes por AMC y disponible en Sensa, se puede ver completa la profética y realista The Collapse (El Colapso), una serie francesa creada por un colectivo de cineastas llamados Les Parasites.

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21-05-2021

Esta antología parte de una premisa en la que el apocalipsis no incluye un virus mortal ni una epidemia zombie ni tampoco algunas de las profecías bíblicas o conspiranoicas. El supuesto -con una cuestionada base científica, la colapsología- indica que la sociedad industrial llegó a su fin: en The Collapse -que se enmarca en el drama más que en la ciencia ficción- nos indica que los sistemas fallaron-: no hay electricidad, se cayeron todas las conexiones y el desabastecimiento de todos los bienes, productos y servicios es una realidad.

Así, en este presente pandémico que se ha vuelto por momentos más extraño que la ficción, la serie aparece con una fuerza apabullante por su realismo y verosimilitud; amplificadas, porque cada uno de los ocho capítulos de 15 a 20 minutos fueron filmados en planos secuencia relatando momentos clave de distintas personas o grupos días después del colapso, del cual desconocemos su origen hasta el final, que opera como epílogo.

La opción por la supervivencia o solidaridad es el eje destacado de la serie, en la que cada emisión puede considerarse como una historia en sí misma, aunque la continuidad narrativa está presente. 

Referencias

Si Contagio -la película de Steven Soderbergh nos anticipó un escenario casi idéntico a la de la pandemia del coronavirus, The Collapse puede ser leída como un mini tratado -exagerado o no, según en qué posición personal y social nos encontremos- de las emociones, acciones y actitudes puestas en juego una vez que arranca la pelea por los recursos, que escasean y luego desaparecen. Por ende, el dinero ya no tiene valor y no hay vacunas o soluciones posibles para restablecer el status quo.

Otras series recientes se ocuparon del derrumbe de la humanidad -así como la literatura y el cine, sobre todo la ciencia ficción por décadas-; para el caso, entre las recientes, Black Mirror o Years and Years podrían emparentarse con The Collapse; pero esta se aleja de las historias distópicas donde la tecnología arruina la vida de las personas y de la clave melodramática; en la serie se impone la plausibilidad de lo que ocurre en cada capítulo. Aquí lo excepcional y desconcertante es el comportamiento humano, no el tamaño del monstruo. El conflicto, así, se traslada a las personas que deben lidiar con las carencias.

The Walking Dead podría también enmarcarse en el enorme listado de referencias anteriores a The Collapse, pero la deriva incomprensible de la serie sobre zombies y sus incoherencias no le hacen justicia en una comparación con la producción francesa.

En este marco, si la idea es evadirse de la realidad, la creación de Les Parasites no es una recomendación a seguir.

Las situaciones límite que enfrentan los protagonistas son una interpelación directa a la posibilidad de un regreso a un estado salvaje, que bordea el terror. Los 160 minutos que insume ver los The Collapse pueden poner hasta al más desprevenido en un estado de desesperación que involucra la subjetividad porque interpela y posiblemente angustia, de manera directa.

Colapsología

Así y todo, no deja de ser una serie apocalíptica que captura el espíritu de los tiempos desde un marco teórico específico, aunque no libre de cuestionamientos.

La teoría que alerta sobre un inminente colapso de la sociedad a partir de la debacle de la política, el medioambiente, los recursos energéticos, sanitarios, y de todo tipo.

Esta corriente de pensamiento, explicada en el libro Cómo todo puede colapsar: Pequeño manual de colapsología para las actuales generaciones de Pablo Servigne y Raphaël Stevens explica “el proceso final por el cual las necesidades básicas (agua, alimentación, vivienda, ropa, energía...) ya no se proporcionarían a un precio razonable a la mayoría de la población por medio de servicios enmarcados dentro de la ley”.

En el mismo libro publicado en 2015, los autores definen a la colapsología como “el ejercicio transdisciplinar del estudio del colapso de nuestra civilización industrial y lo que le podría suceder, apoyándose en las dos formas cognitivas que son la razón y la intuición y sobre trabajos científicos reconocidos”. 

Y la definición de transdisciplinar se traduce en la serie como la gran incógnita de qué sucedió, aunque se intuye que pasó de todo: la economía, la política, la sociedad y la naturaleza se derrumbaron.

“Para mantenerse, evitar los desequilibrios financieros y sociales, nuestra civilización industrial se ve obligada a acelerar, complicarse, y consumir cada vez más energía”, dicen Pablo Servigne y Raphaël Stevens.  Y agregan que tras esto se darán “rupturas de sistemas alimentarios, sociales, comerciales o sanitarios, con desplazamientos masivos de población, conflictos armados, epidemias y hambrunas. En este mundo 'no lineal', los eventos impredecibles de intensidad más fuerte serán la norma”.

El plano secuencia

 'L'effondrement -título original de la serie- además de colapso significa derrumbamiento. En términos formales, y por decisión estética, qué mejor forma de contarlo que a través de planos secuencia: cada una -cada capítulo de 15 a 20 minutos- permiten sumar dramatismo y puntos de vista singulares y originales.

Otras decisiones estéticas que hacen de The Collapse una serie destacada son su brevedad. Les Parasites es un colectivo dedicado a vídeos cortos y cortometrajes que publican en su YouTube (aquí se pueden ver otros trabajos //www.youtube.com/c/LesParasitesFilms), y ese expertise hace de cada historia un cuento corto de esos que te dejan perplejo por su capacidad para cumplir con las reglas de inicio, conflicto y final en tiempos inéditos entre las narrativas actuales, cada vez más largas (series de una hora, películas de más de dos).

Como en otras series, podría pensarse en un casting ensamblado, tan de moda también. Es decir, un puñado de protagonistas cuya relevancia va rotando a medida que se sucede la historia. Sin embargo, en este caso, el protagónico recae sobre el derrumbe y no sobre las personas que intentan sobrevivir.

Sin llegar a ser una serie “de carretera”, otro punto destacado son las diferentes locaciones en las que se da la acción de cada uno de los capítulos, sumando en diversidad y ampliando la percepción de los efectos genuinamente masivos y devastadores de lo sucedido: el caos.

Esa palabra, utilizada con liviandad, da lugar a una narración desordenada -pero sabiamente guionada y montada- que simboliza el pesimismo de los autores: el fin de la humanidad es lento y los culpables -en diferentes grados de responsabilidad- son (somos) todos.

Volviendo al recurso del plano secuencia, si bien no es algo nuevo u original, en The Collapse está utilizado en todo su potencial. Funciona en lo que vemos porque suma a la intención de los realizadores de interpelarnos de manera directa, como si las posibilidades de que lo que ocurre en la pantalla fueran tan concretas y reales como el virus que nos acecha hoy. 

Un plano de este tipo, en el caso de la serie, significa que la cámara nunca para. Es decir, no hay cortes en un montaje posterior. Cambian los movimientos y los tamaños, pero la cámara no para, como si estuviéramos ahí.

Y esa cercanía que da la técnica permite, como se dijo, una interpelación breve y efectiva directa a la conciencia y a la emoción de quién mira: hay razones estéticas y políticas que pueden ponerse en juego para no dejar de ver un capítulo tras otro. Y con seguridad, será aún más extenso el tiempo de reflexión posterior o el regreso a una segunda visualización de la serie que une los puntos que pueden parecer inconexos, y exagerados en su dramatismo porque, a diferencia de este tipo de relatos que bajan desde Hollywood, lo heroico, lo esperanzador y las soluciones que se imponen sin seguir la lógica interna -el famoso deus ex machina- no tienen lugar aquí.

En ese contexto, el costado misántropo de The Collapse se acentúa justamente por las opciones destacadas: los personajes aparecen ahí, en la lucha por la supervivencia, y no conocemos sus historias o qué los motiva, más allá de lo que hacen ante situaciones desesperadas. Son egoístas, mezquinos, miserables en la mayoría de los casos, porque, al fin y al cabo, para Les Parasites, el derrumbe también es personal.

 

Redacción Mayo · The Collapse, El fin ha comenzado

 

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