Tiempo de stickers, cuando huelgan las palabras

Surgidos del animé y de la reacción en internet, las pegatinas virales se incorporaron rápida y naturalmente a nuestro lenguaje coloquial que parecieran venir de Cervantes. Por Luciano Lahiteau

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27-06-2022

Ilustración Juan Pablo Dellacha

Es como si siempre hubiesen estado ahí, pero los stickers son el penúltimo giro lingüístico al que nos ha llevado la era digital. Y no tienen más de una década. Si hasta es posible colar en una conversación oral una referencia la imagen que hemos estado viendo repetidas veces en la pantalla de nuestro smartphone, es porque estas pegatinas virales han logrado condensar una serie de significados que tienen una potencia que excede el valor con el que, en alguna agencia de comunicación o teléfono personal, fueron creadas.

Como el de las palabras, el sentido de los stickers depende del contexto. La imagen cristiana deseando bendiciones y la compañía de Dios enviada por una anciana devota durante la mañana puede no tener el mismo significado en el chat siguiente, donde el destinatario lo utiliza con sarcasmo para que su pareja enfrente la burocracia de otro día en el trabajo. Ni la de Diego Maradona alzando la Copa del Mundo querrá decir lo mismo en un grupo de fútbol que en uno político: la conquista variará entre la connotación individual del equipo y la común de un país. Pero en cualquier caso, el sticker no pierde su virtud central: alterar las reglas del lenguaje verbal, cambiar el clima de una conversación y buscar la complicidad simbólica con el interlocutor. Un pequeño universo de sobreentendidos que puede sumar ruido o allanar el camino hasta el otro. Todo, en el simple acto de optar por la imagen divertida en lugar de las palabras.

Atajos de Oriente

Los stickers fueron introducidos en los chats de mensajería instantánea por Line, el servicio más popular de Oriente, en 2011. La compañía surcoreana incorporó las pegatinas mediante la aplicación Naver, con la intención de comunicar emociones animadas, como ya lo hacía KakaoTalk en Corea. Algo que superara el ya desgastado rol que cumplían los emoticonos (o emojis) y que resumiera de manera ágil los sentimientos del usuario. Line fue determinante durante el aciago contexto del terremoto seguido de tsunami en marzo de ese año, con epicentro en Japón, que dejó inutilizable las redes de comunicación tradicionales, como la telefonía y los medios masivos de comunicación.

En menos de un año, Line sumó 75 millones de usuarios solo en Asia. La mitad de ellos eran residentes japoneses, que encontraron en la innovación principal del servicio, los stickers, un atractivo irresistible. El impacto animado y desmesurado de los gestos y muecas de las pegatinas iba muy bien con el súper acelerado ritmo de chat de la juventud japonesa, y enraizaba en la tradición del animé y, más antiguamente, con la del lenguaje como imagen. En la escritura oriental, y sobre todo en la japonesa, que proviene de la china, las palabras se construyen con ideogramas y no con letras, como en Occidente. Los ideogramas, que no son otra cosa que signos que representan conceptos, están en la base del lenguaje oriental y definen su lógica, que es por asociación y contextual. La lengua no es un código, sino un sistema de asociaciones. Además, en Japón existe un respeto reverencial por la calidad en el trazo del signo y una admiración ferviente por quienes mejor los escriben y más de ellos conocen. Escritores como el Nobel Yasunari Kawabata dedicaron su vida al perfeccionamiento de su escritura a mano y el conocimiento más amplio posible de los ideogramas y sus significados posibles.

Ideogramas como el que corresponde a ?pensar? también significan añorar, tristeza y tener memoria por un evento pasado. Kawabata acude a esta indefinición en Lo bello y lo triste, por ejemplo, para describir el estado de Okoto, un personaje que transita la pérdida mientras intenta escribir una carta: cuando va al diccionario de ideogramas, se encuentra con que el que corresponde a pensar, en su variedad, define todos los rasgos de sus estados de ánimo.

Entre nosotros

Mucho antes de que llegaran a WhatsApp, los stickers aparecieron en Facebook, Path, Telegram y otras aplicaciones que copiaron y expandieron el primer ensayo de Line. A partir de 2013, los stickers se convirtieron en negocio lucrativo. Lo que había nacido como una mixtura entre el animé y la subcultura de ?reacción? de internet (desde siempre, los internautas exprimieron su ingenio para mostrar gestos faciales con las herramientas a mano en foros y comentarios, como cuando se usan combinaciones de teclado con signos como ) : ; para formar expresiones) se convirtió en un área fértil para el diseño y el arte visual.

Ya en 2012, Line cobraba por los paquetes de stickers con expresiones grandilocuentes. Para 2015, cuando Facebook compraba WhatsApp y el negocio de las aplicaciones de mensajería instantánea tenía su auge, startups como TextPride comercializaban stickers originales con licencia oficial de, por ejemplo, la película Frozen, por 1,99 dólares. Las compañías como Facebook comenzaron a emplear equipos enteros de diseñadores y comunicadores que dieron forma a nuevos paquetes de pegatinas que los distinguieran y que hicieran más divertido para el usuario chatear a través de aplicación antes que con la de sus competidoras. De hecho, el de los stickers fue uno de los motivos por los que Telegram disputó por un tiempo contra WhatsaApp: el servicio de origen ruso ofrecía paquetes de stickers gratuitos, y fue pionera en permitir a sus usuarios hicieran sus propios stickers dentro de la aplicación, en la primera mitad de 2019.

Stickers domésticos

En 2018, WhatsApp introdujo los stickers a su caja de herramientas. El retraso era evidente. Al poco tiempo, los chats de los más de 2 mil millones de usuarios del servicio vieron llegar stickers irregulares, rudimentarios y con imágenes cercanas: ídolos locales, fotos icónicas, rostros de políticos, estrellas del cine y memes se empezaron a usar como respuestas inmediatas, sarcásticas y multisentido. Primero a través de los usuarios con conocimientos en diseño y programación, y luego facilitados por aplicaciones como Wemoji, Sticker Studio o Stickerly (que se asocian automáticamente a WhatsApp), la circulación de stickers se salió de control y cada teléfono se convirtió en un depositario y una galería del arte de la pegatina digital. Si hasta cada grupo tiene un sistema de referencias, con stickers de los propios integrantes de la sala cerrada. Ahora que la compañía anunció que se podrán crear dentro de la app es posible que estemos en la antesala del próximo cambio de nuestro lenguaje escrito.

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Redacción Mayo

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