DIÁLOGO CON VICTORIA GIARRIZZO

“Los más beneficiados son los especuladores, quienes se hacen la fiesta en Argentina”

La economista repasa los problemas que ocasiona la inflación, considera que el “dólar soja” perjudica a otros sectores y que con la dolarización no alcanza para resolver los problemas que tiene el país. Por Jonathan Raed
Victoria Giarrizzo Victoria Giarrizzo
16-09-2022
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Victoria Giarrizzo es economista, docente e investigadora en IIEP-Baires UBA, donde ha enseñado Epistemología de la Economía, Metodología de las Ciencias Sociales y Seminario de Integración y Aplicación, en la Facultad de Ciencias Económicas.

En diálogo con Redacción Mayo, analizó la problemática coyuntural y estructural de la economía argentina. “Para resolver definitivamente la inflación necesitamos al menos dos condiciones: aumentar la capacidad de generar riqueza y aumentar la capacidad de generar dólares”, asegura.

-Tanto con medidas ortodoxas como heterodoxas, los últimos tres gobiernos fracasaron en los intentos por contener la inflación. ¿Por qué?

-Para ser justo en la atribución de fracasos, la inflación crónica nos corre desde 1945. Ningún gobierno encontró una solución. La convertibilidad fue lo más cercano, pero conteniéndola en otros problemas que finalmente terminaron explotando en devaluación e inflación. ¿Por qué fracasan? Porque no resuelven el problema central, que es político, que es económico, social y también conductual.

Dependiendo del momento donde nos paremos, encontraremos un problema más acentuado que otro, pero todos tienen el mismo trasfondo. Claro que la inflación es un problema monetario, pero ¿por qué nos vemos obligados a recurrir a la emisión monetaria? Porque tenemos un problema fiscal, y entonces ¿cómo resolvemos el tema fiscal? Porque cuidado, tenemos que resolverlo pero sin caer en el típico ajuste que quizás resolvería la inflación transitoriamente, pero generando otros despioles. Y entonces llegás a un punto: a las dificultades del sector productivo para generar dólares, a las facilidades para fugar dólares, a las emisiones de deuda para absorber pesos a tasas altísimas que obligan a emitir luego más pesos para pagar esos intereses que, ante cualquier incertidumbre, es dinero que se va a dólares, a las coberturas de precios especulativas o de “por las dudas”, que hacen muchas empresas cuando hay desconfianza o expectativas de devaluación; a las empresas formadoras de precios sacando ventaja, al oportunismo de algunos sectores que aprovechan la espiral inflacionaria para lograr beneficios extras, a los asalariados que pujan para ganarle a la inflación en sus paritarias, y la lista sigue, es larga, y tiene grados de impacto, pero todos tiramos de la cuerda. 

-¿Cómo se puede frenar la inflación?

-Para resolver definitivamente la inflación necesitamos al menos dos condiciones: aumentar la capacidad de generar riqueza y aumentar la capacidad de generar dólares. Sin eso, no hay solución posible con el tipo de economía y de consumo que tenemos. Pero no es nada sencillo lograrlo. Para aumentar la riqueza necesitás confianza para que haya inversiones, para que quien invierte en especulación invierta en producción, para que quien fuga dólares los ponga a producir o los ahorre acá. Para eso necesitamos instituciones confiables, un sistema impositivo coherente y no el mamarracho que tenemos; una administración pública más eficiente. Y hay un componente de cooperación que es fundamental. Sin eso, si nos mantenemos en una actitud individualista, no hay forma. Pero los comportamientos cooperativos en Argentina están perdidos, se rompen enseguida, y el mejor reflejo es la política.

-¿Cómo impactan las expectativas de las personas en general y de los formadores de precios en particular, en materia inflacionaria?

-Impactan de lleno. Ya nadie se guarda nada. Es tal el desajuste, que el que puede enseguida le agrega números a los precios. Si había algo de cooperación en materia inflacionaria, cuando pasaste del 50% - 60%, se perdió. Ahora es: corré porque si te quedás atrás, te caés seguro. Si corrés con el malón, tenés más chance de pelear la supervivencia. El factor expectativas siempre fue un componente importante de la inflación, pero en este momento diría que es un componente peligroso.

-¿Ves a las políticas de Sergio Massa como un ajuste?

-Lo que está haciendo Massa, al menos lo que se ve hasta ahora, es anunciar recortes políticamente correctos, pero que son más para afuera que para adentro, y haciendo el verdadero ajuste, entre comillas, demorando pagos a proveedores de todas las áreas. O sea, generando una deuda flotante enorme sin discriminar entre sectores. Y eso no es nada bueno. Además, volvemos al tema de ¿dónde queda la confianza? El proveedor del Estado que pasó un precio o brindó un servicio y no cobra por meses, ¿dónde queda parado? ¿Qué mensaje enviamos a la sociedad? Con los prestadores de servicios esenciales que no cobran, ¿cómo quedan los usuarios de esos servicios?

-¿Qué parte de la sociedad te parece la más afectada por la coyuntura económica?

-Es muy desigual el impacto y hoy más que nunca es difícil generalizar. Partamos del hecho que todos se ven afectados en la operatoria diaria, corriendo atrás de los costos que suben, que no hay precios de referencias, que no se consiguen insumos. Producir en Argentina es estresante y se lleva muchos corazones. Pero en esa dinámica, los más perjudicados creo que hoy son los comercios chicos, que alquilan local, que tienen empleados. Aun así, te vas a encontrar con casos y casos. Dentro del sector cuentapropista, la peor situación se la llevan por lejos los que son responsables inscriptos, los asalariados informales o los asalariados formales que no están gremializados. Y entre los asalariados gremializados, los que están en gremios con menos poder de negociación. Los fáciles de identificar son los más beneficiados, los especuladores, esos se hacen la fiesta en esta Argentina.

-¿Qué opinión te merece la segmentación de tarifas?

-Me parece una medida muy buena. Y de nuevo, los que podemos pagar, tenemos que aceptar que si el Estado nos la sigue subsidiando, nunca vamos a terminar de cortar con este círculo. Cuando el Estado nos regala lo sentimos como un derecho, cuando el Estado nos cobra lo sentimos como un despojo, nos quita algo nuestro. Eso tiene que cambiar, ni el subsidio es un derecho adquirido ni pagarle es una apropiación del Estado. Pero para que cambie tiene que encontrarse un punto más justo en el cobro de impuestos. Esa es una de las grandes deudas que mantiene el Estado argentino con la sociedad. Y hasta que no la salde, es difícil no palpitar en esos sentimientos de derechos y despojos.

-¿Cómo ves al fenómeno del “dólar soja”?

-Una solución macroeconómicamente útil para acelerar la liquidación de dólares en un momento de mucha necesidad. Solo desde ese punto de vista. Si el sector sojero fuera más solidario y no subiera los precios de los insumos de su cadena, evaluaría la medida como positiva. Pero eso no ocurre. El sojero es uno de los sectores más egoístas en esta “economía tirasoga” que tenemos,  y el “dólar soja” está perjudicando a otros sectores. El más visible es el tambero, muy dependiente del insumo en base a soja, especialmente el pequeño como son la mitad de los tambos del país. Si el sector sojero remarca insumos locales, será riesgoso mantener el “dólar soja” más allá de los 30 días.

-¿Qué rol juega el tema dólar? ¿La falta de dólares es causa o consecuencia de la crisis económica?

-Diría un rol enorme. Podría decir un rol más importante del que debería ser, pero creo que por nuestra historia, es el rol que le corresponde al tipo de economía que construimos. Si Argentina tuviera excedentes de dólares, hoy estaríamos todos calmados, sin expectativas de devaluación, con inflación baja o sin inflación. Pero el tiempo de esa tranquilidad depende de cómo sea generado ese excedente de dólares. Si viene de préstamos, toda esa tranquilidad será efímera. Si viene por precios extraordinarios de las commodities, toda esa tranquilidad finalizará cuando los precios bajen. Y si viene porque subieron las cantidades exportadas de manufacturas, porque estamos exportando más servicios y además llegaron inversiones productivas, es que comenzamos evidentemente a hacer las cosas bien y entonces esa tranquilidad puede durar muchísimos años y ser el comienzo de una nueva historia económica.

-Hay corrientes “libertarias” que proponen la dolarización de la economía ¿lo ves viable?

-Todo puede ser viable e inviable a la vez. Argentina tuvo una prima hermana de la dolarización, que fue la convertibilidad. Funcionó para bajar la inflación, pero generó otros desequilibrios y terminamos cambiando inflación por altísimas tasas de desempleo. En esas épocas, no emitías dinero, pero emitías deuda y finalmente el esquema colapsó. Podés dolarizar, pero no te exime de resolver los problemas que tiene el país. Argentina tiene niveles de gastos que no son compatibles con sus niveles de ingresos. Para mantener este Estado de Bienestar, se necesita generar ingresos, aumentar la riqueza. Entonces, la pregunta que me haría es ¿cómo voy hacer, con dolarización, para generar esa riqueza? ¿Cómo voy a hacer, con dolarización, para exportar lo muchísimo más que necesitamos exportar? ¿Cómo voy a hacer para que mis industrias sean competitivas sin la ayuda del control de importaciones? Si podemos resolver esas y otras cuestiones, no con respuestas teóricas sino con hechos, entonces no habría ningún problema de dolarizar. Bienvenida la dolarización y cualquier sistema monetario. Pero si no podemos resolver eso, la dolarización podría traernos un problema más grave del que tenemos ahora.

-¿Por qué la fuerte inyección en obra pública no se traduce en un repunte de ingresos?

-La obra pública te genera empleo e ingresos transitorios y fue uno de los grandes sostenedores de la reactivación en 2021. Particularmente, en 2022 se retrajo, quedaron partidas frenadas, afectadas en muchos casos por la no aprobación del presupuesto 2022 pero también por las demoras en los procesos de licitaciones que genera la inflación tan alta y la incertidumbre cambiaria. Hay licitaciones que se abren y quedan desiertas, las empresas no se presentan porque no tienen precios o porque no le cierran las cuentas entre lo que se pide y lo que pueden cotizar. Una cosa que municipios y provincias tienen que agilizar es todo ese proceso porque con la inflación al 100% es inviable que una licitación demore 5-6 meses entre que comienza el armado de los pliegos y es asignada la obra.

-Se debate mucho sobre planes sociales y pobreza. ¿Se deben eliminar los planes? ¿Cuáles serían los caminos óptimos para revertir los altos niveles de pobreza?

-Los planes son necesarios en este momento, te sostienen la pobreza en algunos escalones más arriba. No es lo mismo una persona pobre sin ingresos que con un ingreso. Pero hay muchísima desprolijidad en la asignación. Hay que hacer un relevamiento exhaustivo, quitar las duplicaciones, sacar las condiciones políticas para recibirlos, y convertirlos en empleo en todos aquellos casos que eso sea posible. Pero en empleo genuino, no en empleo político. Y es urgente.

-¿Qué opinás de la iniciativa de las organizaciones sociales por un Salario Básico Universal?

-Argentina tiene un esquema que podríamos ver como la antesala del Salario Básico Universal. No es universal pero sí muy abarcativo en los sectores sociales más vulnerables. El problema es que está costando sostenerlo. Estamos más discutiendo cómo deshacer esos subsidios, cómo pueden las familias reemplazarlos por ingresos genuinos. La iniciativa es tentadora, pero no es el momento de dar esa discusión en la Argentina.