Editorial

Libertades en riesgo, vidas en peligro

En nuestra Argentina atravesada por la pandemia, la inseguridad cobra nuevas y trágicas dimensiones - Por Alberto Calvo

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13-11-2020

En nuestra Argentina atravesada por la pandemia, la inseguridad cobra nuevas y trágicas dimensiones. Los sectores más vulnerables de la ciudadanía están expuestos a experiencias diarias de crueldad y dolor, padecen la magnitud de un miedo que todo el tiempo se ve de cerca.

Puede haber descabezamientos de cúpulas policiales o remociones de altos rangos ministeriales, pero no alcanzan esos casos ejemplares para modificar la conmoción social detonada por los flagelos delictivos estructurales que amputan las posibilidades de progresar.

La violencia, siempre al acecho de un familiar o un vecino, va cercando la posibilidad de vivir en paz. La ausencia de gobernanza depreda la esperanza de esa madre que pierde un hijo joven o ese padre en la cárcel que tiene a su familia en el desamparo.

El diálogo social comienza a perder el reflejo defensivo de la vida. La realidad tiene por horizonte sólo el corto plazo, se termina por imponer la idea de que el único poder real es el del daño. Por el abandono de una sociedad fuera de control, se multiplican nacimientos desnutridos y ocasos terminales.

En este transcurrir protocolizado, nuestras libertades están en riesgo. Se reponen las tensiones acerca del rol del Estado y se crispa el modo con el que se relacionan las fuerzas del orden con ciudadanos que han debido modificar, por motivos sanitarios, una buena parte de sus mejores hábitos de convivencia.

Agoniza el respeto a los adultos mayores empujándolos a las fronteras de la indigencia. Crece la obstrucción a los jóvenes para un proyecto de vida sostenible. Más de la mitad de los niños viven en la pobreza, condenados de antemano a la injusticia de un sistema educativo que borronea cualquier buena idea de superación.

No aparece la claridad para la organización de la urgencia. No hay período de gracia para el aprendizaje colectivo. Dudosas promesas rompen en mil pedazos la confianza en las representaciones y los procedimientos de la democracia. Nadie parece estar tomándose en serio el cuidado de los beneficios para los de a pie. 

Mientras tanto, la decadencia de la conducta ética convive con apoyos y oposiciones a los artificios que elabora gran parte de la sociedad política. Asistimos con impotencia a la creación de facciones que ponderan los hechos desde posturas antagónicas y, pareciera, sólo alientan más desencuentro. En pandemia, además, por si fuera poco.

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Redacción Mayo

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