AGENDA PÚBLICA

El cuerpo de la pobreza (y las desigualdades)

Hay más de 17 millones de pobres en Argentina, la mayoría, sin acceso a bienes y servicios de inclusión social. El 2022 se despide con más del 40% de la población económicamente activa con empleos de mala calidad. La caída de los sectores medios. Por Lorena Retegui

POBREZA Y DESIGUALDAD
POBREZA Y DESIGUALDAD POBREZA Y DESIGUALDAD
12-12-2022

Diversos enfoques académicos y sociales coinciden en que para medir y analizar la pobreza no alcanza con atender únicamente al ingreso monetario. En cambio, prestar atención a los derechos socio-económicos y ambientales es un piso para el progreso social general. En Argentina, ese piso se percibe de cristal: ciclo tras ciclo, el país acumula una pobreza estructural y persistente, con brechas crecientes de desigualdad. 

Así lo demuestran los indicadores que combinaron en el último informe del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica Argentina, con un resultado preocupante: 17 millones de personas pobres en Argentina. Para tomar dimensión del escenario, ese número equivale a una población completa de naciones como Ecuador o Países Bajos. Pero ¿qué implica realmente la pobreza y las desigualdades en un país como el nuestro? Sobre ello hablaremos en la última agenda pública del año de la Fundación COLSECOR. 

En un carrusel abreviado, en tanto el problema es de larga data, podemos señalar que la pobreza en los últimos diez años creció 15 puntos porcentuales. En la primera década del nuevo milenio se registró un franco descenso de la cantidad de habitantes pobres, pero nunca por debajo del 30%. Ya en la segunda década, si bien fue posible alcanzar pisos de 25%, como ocurrió entre 2011 y 2012, esa dinámica positiva duró poco. Al cabo de cuatro años de gestión de la alianza Cambiemos, la pobreza pasó de 29,7% en 2015, a 40,8% en 2019. Con el Frente de Todos en el gobierno, ese alarmante porcentaje no logró revertirse y para saturarnos de desazón irrumpieron la pandemia y los condicionantes del FMI. 

Las cifras señalan que, durante 2022, el 43,1% de la población sufrió privaciones económicas y sociales crónicas. Además, es la primera vez en diez años que menos trabajadores y trabajadoras (sólo el 40% de la población económicamente activa) tienen empleo pleno de derechos. ¿Son más pobres los pobres? No. Hay menos clases medias. Lo que se desprende del último estudio de la UCA es que hay nuevos pobres, que vienen de sectores medios y populares y más amplias las brechas de desigualdades.

"No es el aumento de precios sino la creación de nuevos empleos, el deterioro de los existentes y la caída de las remuneraciones los factores que explican el deterioro social crónico y estructural de nuestra sociedad", explican desde el Observatorio de la Deuda Social en su informe anual sobre pobreza. Aunque la inflación es un claro indicador que incide en la dinámica de la pobreza monetaria, no es el único factor ni el más condicionante, debido a que la pobreza va más allá de los ingresos (es multidimensional) y se relaciona con diferentes brechas de desigualdades.

El sociólogo, docente e investigador de CONICET fue contundente sobre el debate que hay que dar si se pretende mitigar un panorama tan severo como el que muestran los números, al explicar que el principal problema no parece ser económico sino político: “la macro-estabilidad y el crecimiento son necesarios, pero no alcanzan para resolver estas deudas sociales; acá necesitamos un pacto social distributivo, poner en juego un diálogo. Necesitamos dar respuesta a los desafíos del país con patriotismo y compromiso”, indicó Salvia, quien también es director del programa Cambio Estructural y Desigualdad Social en el Instituto de Investigación Gino Germani.

“Esos cuerpos sin espacio en el mundo”

Sin entrar en el debate sobre las diversas formas de medir pobreza, por un lado, y desigualdad por otro, sí es válido señalar, que la desigualdad y la pobreza se afectan entre sí, directa e indirectamente. Así, como sostienen desde la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), “la pobreza es, a la vez, una forma y un producto de la desigualdad”. Por un lado, la idea de distancia económica implica un control desigual de recursos. Por otro lado, es una consecuencia de desigualdades en plural: de ingreso, riqueza, clase, género, raza, como también de accesos a servicios públicos, conectividad o habilidades digitales.

¿Cuáles son las causas más salientes que hacen a la pobreza y las brechas estructurales en Argentina? Si bien no hay un solo elemento, lo que se cuela como rasgo común es la falta de un crecimiento equilibrado entre sectores dinámicos y sectores tradicionales con capacidad de integrar al conjunto de las fuerzas del trabajo. De ahí, “la importancia de una política redistributiva, no en términos de ingresos corrientes, sino orientada al desarrollo de capacidades productivas hacia los segmentos y regiones más rezagadas”, mencionó Salvia.

Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre en otros países de la región nuestras crisis cíclicas son más recurrentes, profundas y prolongadas que en el promedio de los países de la región, y sus repuntes, son menores en cantidad y duración que lo logrado por el resto de los países. Con cada crisis aumentan los índices de pobreza, a la vez que con cada periodo de recuperación no logran recuperar el punto de partida, sostienen desde el Observatorio. 

Si se contempla el acceso a la salud y la alimentación, a la educación, a la vivienda, a los servicios públicos, al trabajo y a un hábitat saludable, entre 2010 y 2022, hubo pocos cambios relevantes: durante ese periodo, el 70% de la población ha estado afectada en al menos uno de estos derechos fundamentales, el 48% en al menos dos ellos y el 30% en tres o más. En términos poblacionales, esta última cifra implica que al menos 13 millones de argentinos sufren de una exclusión severa en acceso a bienes y servicios de inclusión social.
 

Fuente: Observatorio de la Deuda Social (UCA).

De todas esas dimensiones, la alimentación y salud es la que presenta una posición más desfavorable, especialmente desde 2016, con las políticas encumbradas por el macrismo; tuvo un salto importante en 2019 y un estancamiento posterior en niveles elevados de déficit. Los efectos de la crisis sanitaria impactaron sobre los gastos de la atención médica, medicamentos y de los alimentos en particular, y eso explica, según el informe de la UCA, “un incremento sostenido de los niveles de inseguridad alimentaria severa y moderada”.

¿Qué pasa con el nivel de desempleo? A pesar de que en los últimos 20 meses hubo un continuo aumento del nivel de empleo registrado y del crecimiento en términos económicos, como analizan desde el Centro de Economía Política Argentina, no se generaron empleos de calidad. Es decir, se ha recuperado el empleo perdido en los últimos siete años, pero las nuevas capas se refugian en la informalidad. Y una huella de ese escenario es que los y las trabajadoras de la economía popular superan a los privados en diez provincias. Son vendedores ambulantes, cocineros de merenderos, cartoneros. Y si se suma a los precarizados que trabajan para aplicaciones o empresas que no los registran, llegan a la mitad de la población económicamente activa. 

Lo preocupante es que sólo el 40% de la población, de entre 18 y 65 años, cuenta con un trabajo decente o digno, sea a través de un empleo asalariado o no asalariado, y ese bajo porcentaje es el peor de los últimos 12 años, tal como lo muestra el siguiente gráfico:

Fuente: EDSA Bicentenario (2010-2016) y Agenda para la Equidad (2017-2025), Observatorio de la Deuda Social Argentina, UCA.

 “No es que los pobres sean más pobres, sino que los sectores de la clase media baja han pasado a conformar una nueva capa de nuevos pobres “, señala el informe de la UCA. Y agrega: “La pobreza entre ocupados no es un fenómeno novedoso y constituye un indicador más de la fragmentación del mercado de trabajo urbano y de las dificultades sistémicas de absorber a la fuerza de trabajo en empleos productivos y de calidad”.

El trabajo pleno y decente es un atributo generalizado en los sectores público y privado formal, a la vez que constituyen una excepción en los sectores micro informales.  Las remuneraciones tanto de estos trabajadores en general, como de los componentes de la economía social en particular, son las más bajas en el mercado. En promedio, por debajo de una canasta familiar de indigencia de 65 mil pesos. Frente a esta situación, desde la UCA valoran el gasto en transferencias sociales. “Sin este aumento en el gasto social, la pobreza sería muy superior y el conflicto podría ser un factor de disolución social”, explica Salvia.

Otro dato que no es nuevo, pero sí relevante en el análisis local: la pobreza no afecta a todos por igual. Los inconvenientes en el escenario laboral, por ejemplo, son mayores en los trabajadores de hogares con jefe trabajador marginal, y en los residentes del conurbano bonaerense. A su vez, las mujeres, los jóvenes, los adultos mayores y las personas que no completaron los estudios secundarios fueron los que presentaron una peor situación, según la encuesta de la UCA. Solo el 34,5% de los jóvenes poseen un empleo de calidad en comparación con el 47,2% de los adultos y el 29,3%de los adultos mayores. Por su parte, solo el 37,1% de las mujeres económicamente activas accede a este tipo de empleo, cuando sí lo poseen el 43% de los varones activos. En ese sentido, desde la CEPAL coinciden en que las “brechas de desarrollo” en países como Argentina y de la región no pueden excluir los enfoques de género, de salud, de educación, de infraestructura, e incluso, medioambiental. Si en definitiva la pobreza constituye “la devaluación del capital humano”, también diversos deberían ser los instrumentos de la política pública que modifiquen el escenario actual en su estructura productiva, su modelo de distribución del ingreso, de construcción de acceso educativos y tecnológicos, de manejo y gestión del territorio. 

La región, según la ONU

Aunque hubo etapas de recuperaciones del tejido social, tras la crisis por Covid-19 se consolidaron nuevos estadios, y más graves, de personas en situación de vulnerabilidad, pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe. Según datos presentados recientemente por la CEPAL, las tasas de pobreza se mantienen por encima de los niveles prepandemia. 

El informe Panorama Social 2022 proyecta que 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, de los que 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema. “La cascada de shocks externos, la desaceleración del crecimiento económico, la débil recuperación del empleo y la inflación”, figuran entre las principales razones.

De modo similar a lo observado en la encuesta de la UCA para Argentina, en la región la incidencia es mayor entre la población infantil y adolescente (45,5%), entre mujeres de 20 a 59 (30,7%) y entre la población indígena (46,3%), sostiene el informe de la CEPAL. La pandemia mostró, además, el desigual acceso a la salud: 11 países de la región de América Latina y el Caribe no lograron la meta de la OMS del 40% de la población vacunada a fines de 2021, y 22 países no llegaron al 70% para junio de este año. 

El cuerpo de la pobreza ha sido puesto fuera del espacio, no hay lugar para él por más vasto que sea el universo”, sostiene el poema de Vicente Zito Lema. Cabe la alegoría para quienes habitan países más pobres, de una región desigual como la nuestra: a casi tres años de la irrupción de la pandemia, y casi dos del acceso a las vacunas, esos cuerpos sin espacio no accedieron a un derecho básico como el derecho a la salud. 

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Redacción Mayo

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