Campaña: Con hambre no se puede estudiar

"Con las donaciones cubrimos el 30% de la alimentación de una persona"

Gastón Zappalá, ingeniero industrial y director ejecutivo del Banco Alimentario de Buenos Aires cuenta sobre el aporte de esta ONG en 124 comedores comunitarios donde asisten 28 mil personas, en su mayoría niños y adolescentes. Por Florencia Sosa

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Florencia Sosa Florencia Sosa 16-03-2022

La pandemia de COVID-19 y las medidas del  Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) extendidas en el país por largo tiempo tuvieron consecuencias en la economía.  El aumento generalizado de los precios, la reducción de los salarios y la informalidad laboral impactaron de modo significativo en los hogares de estratos socioeconómicos bajos. Si bien la escuela pública argentina continuó con el programa de alimentación escolar, a través del reparto de viandas y bolsones de comida, la desvinculación presencial con la institución provocó que muchos estudiantes de primaria y secundaria dejaran de tener sus comidas diarias. Como los jefes y las jefas de las familias pobres no pudieron salir a trabajar, los comedores y merenderos barriales que solían atender a las infancias y adolescencias pasaron a hacerse cargo de la alimentación de familias enteras.

En este contexto, la Red Argentina de Bancos Alimentarios (Red BdA) tuvo un rol clave en la lucha contra el hambre. La Red BdA que nuclea a 26 bancos de alimentos del país es una asociación civil sin fines de lucro que tiene por objetivos la reducción del hambre, de la malnutrición y del desperdicio de alimentos. Estas ONG le dan valor social a aquellos alimentos que perdieron su valor comercial, evitando su desperdicio y posterior contaminación al ambiente haciendo que lleguen a las personas que más lo necesitan. Además, educan acerca de la naturaleza del hambre y sus posibles soluciones como también sobre la importancia que tiene una sana nutrición para el crecimiento y desarrollo humano.

Según el último informe de la Red BdA, más de 10 millones de kilos de alimentos fueron entregados de enero a septiembre de 2021, lo que equivale a más de 30 millones de platos de comida. El 69% de beneficiarios/as son menores de 18 años: 15% adolescentes entre 13 y 17 años, 46% niños y niñas entre 3 y 12 años y 8% menores de 3 años. Para profundizar en el funcionamiento y conocer el impacto social de los bancos de alimentos, Redacción Mayo conversó con Gastón Zappalá, ingeniero industrial y director ejecutivo del Banco Alimentario de Buenos Aires que provee alimentos a 124 comedores comunitarios de Berisso, Ensenada y La Plata llegando a 28.000 personas, de las cuales el 43% son niños y niñas menores de 12 años.

 

 

-¿Cómo conociste el Banco Alimentario de La Plata?

-A los bancos de alimentos los conozco desde 2013 por intermedio de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Yo estaba terminando de cursar 5° año, hay una materia que se llama Responsabilidad Social Institucional y dentro de ella nos proponen hacer jornadas de voluntariado en una ONG de La Plata. Así conocí al Banco Alimentario. Como estudiante de la universidad pública sentía que quería devolverle algo a la sociedad de todo lo que me dió. Yo soy de Río Gallegos, Santa Cruz, hice 3.000 kilómetros, me vine a estudiar acá en 2009. Vinimos y nos encontramos con un galpón vacío, no había estructura, no había edificación, no había estanterías como hoy hay en el depósito, no existía todo esto. Hicimos un par de trabajos, terminé la carrera de Ingeniería Industrial y en 2014 y 2015 seguí viniendo como voluntario. En lo profesional, con un grupo de compañeros se nos ocurren proyectos que podían beneficiar a la ONG desde lo técnico y empezamos a venir como voluntarios, venía tres veces por semana. en un momento me dijeron: “¿No querés laburar acá?”. Estaba en otro trabajo pero lo dejé por el Banco Alimentario. Arranqué en el área de Logística en agosto de 2015 y ya para diciembre de ese año me ofrecieron hacerme cargo de la dirección del Banco.

 

-¿De dónde sale la mercadería que donan a los comedores comunitarios?

-Toda la mercadería es recuperada, sale del circuito comercial. Puede provenir de la industria, de un distribuidor o, en el caso de la fruta y la verdura, del mercado regional o del productor directamente. Las marcas de supermercado tienen estándares de marketing para las frutas y verduras que tienen que tener un color particular. Pasa con los productores que revenden a ese tipo de empresas, que a veces ese producto no coincide con ese estándar y está perfecto: es un tomate que es más grande nomás. Tenemos varios donantes que manifiestan lo mismo, que nos donan toneladas, pero que al supermercado “X”l no le gustó porque prefiere que el tomate sea más chiquito.

 

-¿Con qué criterios reparten los alimentos?

-La mercadería ingresa al Banco Alimentario, se clasifica, forma parte de un stock con fecha de vencimiento y se registra de dónde provino, para tener una trazabilidad del producto. Ese stock se entrecruza con toda la base de datos que tenemos de los comedores con los que trabajamos. Se tiene en cuenta la cantidad de personas que van, los días de la semana y el servicio que dan. Todo eso se entrecruza en el sistema que tiene el Banco Alimentario y se asigna la cantidad de kilos que cubrirían el 30% de la alimentación de una persona. El Banco Alimentario no tiene el objetivo de cumplir el 100% por una cuestión de no generar una única dependencia o que los comedores cuenten sólo con un Banco de Alimentos, porque vivimos de donaciones. Si un mes no nos donan, 124 comedores no tendrían para comer, entonces sabiendo que cubrimos por lo menos el 30% y que el comedor tiene que buscar otras fuentes de donaciones o conseguir alimentos por otro lado, nos da cierta tranquilidad de que no estamos cumpliendo un rol estatal, sino más bien estamos acompañando y dando una mano.

 

-¿El Banco Alimentario produce alimentos?

-Como típico industrial a mí lo que me mueve es agregarle valor a las cosas, entonces surgió un proyecto partiendo de una problemática que habíamos encontrado: existía un bajísimo consumo de frutas y verduras por parte de los comedores, y teníamos mucho volumen de frutas y verduras en temporada de verano que son alimentos muy perecederos que duran entre 24 y 48 hs a partir del momento en que lo donan. En ese momento había un equipo de nutrición y se nos ocurrió empezar a industrializar bolsitas de mix de verduras y pulpa de tomate que se pudieran congelar para que los comedores pudieran tener este producto por más largo tiempo dentro de su stock. De esta manera, se logró generar un producto que tiene alto valor nutricional, aprovechar por más tiempo esa mercadería y los alimentos e incorporarlos a la dieta de chicos y chicas.

 

-¿Este proceso de producción está registrado?

-En 2020 en plena pandemia presentamos el último proyecto para poder lograr el Registro Nacional del Establecimiento (RNE) que nos saca de la figura de Pequeña Unidad Productiva Alimenticia (PUPA) y nos consolida como una Unidad Productiva (UP). Durante 2020 hicimos la readecuación de las instalaciones con un concurso que ganamos y ya pasamos a contratar gente que está produciendo con una jornada y con objetivos. Hoy el Banco Alimentario está produciendo para comedores todo tipo de productos congelados envasados en bolsas de polietileno, como las que ves en el mercado. Lo que es mix de verdura se procesa, lo que es tomate se hace pulpa de tomate que puede tener un destino de salsa y también, como subproducto, hacemos la mermelada de tomate que son las que hacemos para comercializar en el público y que puede adquirir cualquier persona a través de las redes sociales. La mermelada de tomate la tenemos en tres variedades: tomate solo, tomate con limón y tomate con canela. Como el producto sale de PUPA y tiene que pasar por la UP nace el concepto y nombre de la marca: “Circular”, por la economía circular.

 

-¿Cómo es la recuperación de los alimentos?

-El concepto de economía circular tiene que ver con la concepción de un producto que sea sustentable, económicamente viable, ambientalmente amigable y con un fin social. Nos donan alimentos que están aptos para ser consumidos y que no pueden ser comercializados, los alimentos industrializados salen de circulación comercial cuando quedan a una semana o diez días de la fecha de vencimiento; los alimentos frescos son más maduros y deben ser consumidos cuanto antes. Nosotros trabajamos con alimentos que, si no los recuperamos, terminarían incinerados, compactados o decomisados de alguna forma. Si el Banco Alimentario no está en ese momento, en ese lugar, ese tomate termina en un chanchero. Entonces, eso lo recuperamos, lo transformamos, lo procesamos y termina siendo un producto que se transforma directamente o a través de los ingresos en un plato de comida para un chico dentro del padrón de beneficiarios que nosotros tenemos.

 

-¿Cómo surgió la Misión Naranja para producir mermeladas?

-Misión Naranja nació el año pasado (2021), fue idea de una compañera. La Plata está llena de naranjos, es un árbol característico patrimonio de la ciudad. Esas naranjas salen durante el invierno cerca de la primavera, pero nadie hace nada con ellas, es un fruto que queda ahí, que decora la ciudad, que está y la gente la ve pero no las toma. Hay un mito urbano que dice que esas naranjas estaban contaminadas con plomo y que si las comías te morías. Al ser patrimonio de la ciudad cualquier persona no puede cosecharla y además, es un tipo de naranja que es extremadamente amarga. Trabajamos para finales de agosto con 35 árboles en 5 cuadras, con 50 voluntarios, se sumó la Municipalidad, la Cámara de Empresarios de La Plata Oeste, el Club Estudiantes de La Plata y empresas que nos prestaron las escaleras. La Universidad Nacional de La Plata colaboró con todo el procedimiento técnico, hicieron los estudios correspondientes para desmitificar lo que se decía de las naranjas y, obviamente, no tenía ningún tipo de metal ni nada que pudiera perjudicar. Esa jornada se hizo en la plaza Moreno. Ese producto, si no lo recuperás, tiñe el suelo, mancha el piso, genera suciedad, trae roedores. Entonces, estás cosechando un producto que termina en el piso. Y hacemos mermeladas.

 

-¿Van a seguir produciendo mermeladas con naranjas de La Plata?

-Tuvimos un primer lote de 300 frascos, después hicimos 300 más y la idea es que se vuelva característico a futuro y para el último cuatrimestre del año. Queremos que la mermelada de naranja del Banco Alimentario sea un producto insignia, que la gente lo pueda adquirir en cantidades limitadas, porque es lo que nos permite, pero quién te dice, a futuro, registrar un producto: “Mermelada de naranja platense”. Este año queremos duplicar las cantidades, queremos duplicar los árboles, duplicar la jornada o triplicar, cuadriplicar... no nos ponemos un límite, llegaremos donde podamos. El objetivo es que el día de mañana pueda haber un producto del Banco Alimentario en cualquier góndola y que sepas que con ese producto vos estás colaborando directamente con un plato de comida para un comedor.

 

-¿Tienen vínculos con las escuelas de la zona?

-Hasta 2019 teníamos un programa que se llamaba: “De la escuela al Banco”, donde convocábamos a alumnos de 5to año de los colegios, todos los viernes un colegio distinto, un curso distinto, para una jornada de tres horas en la que desayunábamos todos juntos acá en el salón. En la primera hora y media, dábamos una charla interactiva con preguntas-respuestas y juegos sobre qué es una ONG, cómo trabajamos, cómo se puede colaborar como voluntario.Y en la segunda, ya pasábamos a una tarea de voluntariado. Es decir, un componente teórico y otro práctico de voluntariado. Y también dábamos charlas a pedido de los colegios.

 

-¿Cómo afectó la pandemia a la gestión del Banco Alimentario?

-Durante 2020, que fue el año pico, subió todo, subió la cantidad de alimentos que recuperamos, duplicamos un año normal. Se duplicó la cantidad de gente que tuvimos que asistir. Pasamos a tener un padrón de 28 mil personas que fluctúan mes a mes, a 54 mil personas. La mayoría de los comedores están situados en barrios en donde la gente tiene trabajos informales y al no percibir un sueldo, se quedaron sin comer. Te doy el caso de un merendero que atendía a 26 niños y niñas, como mucho en un día eran 40, pero pasó a tener 300 familias. Se iban intercalando con otros merenderos que se abrieron a la vez, pero todas esas familias sí o sí necesitaban llevarse el bolsón o la vianda. Ese era un merendero en el que se hacía la leche. Hoy volvieron a eso, pero en ese momento desde los mismos merenderos, comentaban: “Mi marido trabaja en obras de construcción, pero ahora no se puede construir”. Recién ahora vemos que la cantidad de personas vuelve a ser la de la prepandemia: unas 28 mil personas en 124 comedores.

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Redacción Mayo

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