DIÁLOGOS

La densidad de la economía social en Argentina en materia de servicios públicos es un fenómeno único

Jorge Bragulat destacó la experiencia de Colsecor y opinó que el cooperativismo de la pospandemia debería estar mirando lo que ocurre en el campo de la economía popular. Por Cristina Aizpeolea

Dialogos Bragulat
Dialogos Bragulat COLSECOR
19-07-2022

El llamado de Redacción Mayo encuentra al doctor en ciencias económicas Jorge Bragulat en la provincia de Chubut, participando activamente de la primera edición de la ExpoCoop de la Comarca Andina que durante tres días reunió en la localidad de El Hoyo a más de 30 cooperativas y federaciones de la zona. Organizado por el municipio con apoyo del Inaes, el evento sirvió para compartir distintos proyectos del Centro de Estudios de Economía Social de la Universidad Nacional Tres de Febrero (CEES - UnTreF) que dirige y confirmar la enorme importancia estratégica del sector en Argentina.

De regreso en Buenos Aires, en este extenso diálogo, Bragulat asegura que no existe en Latinoamérica, ni en el mundo, un fenómeno de economía social con la densidad que presenta en Argentina, y que el desafío está en avanzar en una planificación estratégica  para que el fuerte volumen económico que representa tenga correlato en decisiones políticas. En su opinión, el cooperativismo debería hoy mirar con atención lo que ocurre en el campo de la economía popular, para darle una salida a la crisis con mejores perspectivas de equidad.

Mentor de la cooperativas de cuidados domiciliarios, Bragulat analiza en la entrevista la importancia de las cooperadoras escolares y los clubes sociales en la construcción de ciudadanía y destaca la experiencia de Colsecor en la prestación del servicio de conectividad digital en cientos de localidades donde no llega el Estado y donde cumple un importante rol como dinamizador de la economía local.

-Todo un fenómeno el polo cooperativo en la Comarca Andina, ¿en qué radica? 

-El encuentro tuvo una asistencia masiva de la comunidad. Estaban todas las cooperativas, asociaciones intermedias, cooperadoras, los clubes y todas las entidades de la economía social, o sea, aquellas que no tienen fines de lucro y una gestión de tipo democrática. En el caso de El Hoyo, el principio de la economía social está presente en el Plan estratégico del municipio, a tal punto que creó con todas las entidades una cooperativa para el desarrollo local, donde el municipio es asociado con un voto, y lo primero que hizo fue intercambiar experiencias e intercambiar negocios, para contratarse a sí misma y potenciarse. Esto ha dado como resultado que, dentro del espacio de la economía social, y luego de estudiar el mercado para hacerlas sustentables, ya se han creado siete cooperativas. La promoción cooperativa es importante en el municipio, que está a cargo de un intendente -Pol Huisman- que supo ser vicepresidente de Fecotel, la federación de cooperativas de telecomunicaciones.

-¿Qué proyectos llevó la UnTreF al encuentro?

-Junto con la Universidad de Chubut, hemos participado con un curso de cuidadoras domiciliarias que tenía por objeto no sólo el saber cuidar, sino el saber organizarse en cooperativas. Finalizado el curso, al que asistieron más de 20 personas, se hizo una convocatoria y ocho de ellas decidieron conformar una cooperativa de cuidado. Estas personas ya tenían trabajo individualmente, pero lo volcaron en la cooperativa con un criterio no solo solidario sino de visión estratégica de empresa social, en el sentido de que se van a ayudar entre sí, cubriéndose cuando una no puede ir, e irán incorporando más gente con una contratación colateral de profesionales para atender a personas adultas mayores que necesitan ser asistidas en sus domicilios. 

-También disertó sobre las cooperadoras escolares y la integración de las familias a la economía social. ¿Cómo se articula esa alianza?

-Nosotros consideramos a las cooperadoras escolares como una estructura asociativa y solidaria que forma parte de la economía social. Está claro que las cooperadoras, que nacieron para fortalecer la escuela pública, promoviendo actividades sociales y culturales, y la unión y la reunión de las familias vinculadas a la educación de sus hijos, en un principio no estaban organizadas para ayudar al financiamiento. Con el tiempo, el problema económico hizo que fueran dejando de lado algunos objetivos y se hicieran cargo de numerosas cuestiones que le corresponden al Estado. Hoy las cooperadoras se mueven en un doble espacio económico, y son conscientes de que les conviene a los padres, a todos, ser solidarios para ir alcanzando mejores niveles educativos, resolviendo problemas económicos de mantenimiento de la escuela. En síntesis, si la cooperadora no hace el cambio del vidrio y del cuerito de la canilla, no tiene razón de ser. Pero si solamente hace el cambio del vidrio y del cuerito de la canilla, tampoco tiene razón de ser. La cooperadora, en el fondo, debe ser una verdadera escuela para padres donde grupalmente vayan siguiendo la educación de sus hijos, procurando que todos estén incluidos y no la salvación individual de cada niño. Nosotros creemos que estas entidades forman parte de la economía social y son verdaderas escuelas de ciudadanía.  

-Una suerte de primera experiencia para la gestión de la cosa pública.

-A tal punto existen valores importantes de escuela de democracia en las cooperadoras, que muchas personas, tanto mujeres como varones, que tuvieron un ejercicio y un paso por la cooperadora, después se transformaron en dirigentes de un club o en participantes de una cooperativa. Cuanto más seamos en la organización cooperativa, mutual y  asociativa en un pueblo, mucho mejor. Y si entre todas se juntan, tendrán idea y conciencia del poder económico, social, cultural, y a la larga político, que pueden tener. 

-En numerosas localidades las cooperativas y otras formas de economía social asumen de manera eficiente y solidaria lo que el Estado no resuelve. Concretamente, la conectividad digital federal es cooperativa. ¿Qué lectura hace de ello? 

-Es evidente que haciendo una mirada a vuelo de pájaro sobre todas las localidades, las cooperativas de servicios públicos han tenido una presencia importantísima allí donde el Estado no ha llegado porque no ha podido o porque no ha querido. Esto sucedió en un  principio con la electricidad, después con la telefonía, luego con el agua potable y finalmente con internet buscando la conectividad digital, previo paso por la televisión. En ese sentido, Colsecor es un ejemplo importante. No solamente tiene un agrupamiento de promoción, sino que tiene una consolidación empresaria social clave porque, de alguna manera, ayuda directamente a las cooperativas asociadas a que se desarrollen y se consoliden. No hay muchos ejemplos de una estructura tal, que se parece a una especie de federación, que asuma actividades económicas. La mayoría de las agrupaciones cooperativas en Argentina han asumido representaciones gremiales. Dicho esto, es evidente que la conectividad en los espacios poco densamente poblados las cooperativas tienen un espacio importante.  

-¿Tenemos una idea de este fenómeno en Argentina, a cuánta gente involucra o qué porciones de la economía abarca? Si nos miramos en el espejo de los países vecinos, ¿cómo estamos en materia de economía social?

-Haciendo una mirada regional al resto de los países latinoamericanos, el fenómeno argentino es único. Y no solamente en Latinoamérica, sino también en el mundo, en el sentido de la cantidad de cooperativas que están vinculadas a los servicios públicos. Eso también marca una primera conciencia importante del habitante que hay en esa localidad. Y a partir de ahí, se advierte que donde hay muchas cooperativas de servicios públicos, hay muchas cooperativas de otra naturaleza porque la cultura cooperativa se ha impregnado en la localidad. La densidad de la economía social de la Argentina no es comparable con la de ningún país latinoamericano. De alguna manera, el ciudadano que tiene cierta desconfianza a la organización y la eficiencia del Estado se ha refugiado en la autoorganización vecinal y comunitaria y, en cierta forma, ha suplantado al Estado con una cultura distinta que la de los países europeos. Esto tiene una parte positiva y otra negativa, por que esa resistencia al Estado hace que la comunidad argentina sea mucho menos cumplidora en cuanto a los aportes impositivos que los países europeos. En general, en los países latinoamericanos, el Estado no tiene un prestigio ejecutor de las cosas y de eficiencia del gasto público; entonces las estructuras asociativas van a suplantarlo en el sentido organizacional y cultural. Las cooperativas son un complemento del Estado, sobre todo las de servicios públicos, y deberían mantener una coordinación eficiente, respetuosa, independiente, separando la cuestión política que le corresponde al Estado de la cuestión de ejecución de una empresa social, que le corresponde a las cooperativas.

 -Si la pandemia acrecentó la desigualdad y la exclusión, ¿qué pasó con la economía social y solidaria durante esta crisis? 

-La pandemia acrecentó la desigualdad y la exclusión económica, y eso tuvo su correlato en lo cultural. El que era un egoísta mantuvo su posición y profundizó su egoísmo, y el que es y fue solidario promovió más aún un comportamiento vecinal de ayuda. En los lugares donde hay crisis siempre surge la economía social. Vale decir que, a mayor crisis, mayores posibilidades de creación de la economía social, y esto se ha traducido sobre todo en la creación de muchas cooperativas de trabajo. Lo lamentable es que la gente se junta por necesidad, porque no tiene más alternativas, y no por convicción del proyecto cooperativo. A veces, eso conlleva un fracaso importante y muchas veces, la mayoría, cuando se agrupan por necesidad, después se convencen de que es la mejor organización que pudieron tener. Esperemos que las cosas globales mejoren, que la conciencia asociativa también mejore y que la gente de adentro y de afuera del cooperativismo se de cuenta de que es un modelo de paz, que crece y que es competitivo desde el punto de vista económico. Aunque en realidad no quiere ser competitivo. Le preocupa ser competente.  

- La pregunta es si la economía social podrá trascender la respuesta de emergencia para convertirse en un sector con peso propio que procure un país más inclusivo y equitativo. ¿Qué hace falta para eso?

-La economía social puede convertirse en el cortísimo plazo (seis o siete años, si hablamos de un proceso histórico) en un espacio de gran peso dentro de la estructura de un país, Argentina, en este caso. A mi criterio, lo que hace falta es un plan estratégico del cooperativismo de hacer algo posible, de no ir mucho más rápido de lo posible y tampoco quedarse esperando que las cosas sucedan, o que sucedan malas cosas para que vengan las cooperativas a levantar los heridos que deja el capitalismo. Si nosotros sumamos la cantidad de Producto Bruto Interno que tienen las cooperativas, las mutuales, las asociaciones civiles, los clubes, las cooperadoras, no solamente veríamos que se trata de una cantidad enorme de gente, sino también de capital y de circulación monetaria. Si se tuviera como estrategia priorizar las compras y las ventas entre sí, y la unificación y la consolidación de aportes de capital para proyectos en común, la cosa sería importante. En Argentina hay alrededor de 700 cooperativas de servicios públicos. 

-¿Qué se podría pensar con ese tejido cooperativo?

-En cada localidad, esas cooperativas son las primeras, o las segundas o terceras empresas en volumen económico del medio. Algunas son muy grandes como las de Bariloche, pero las pequeñas también son las entidades más importantes del pueblo. ¿Qué pasaría si se involucraran, sin lesionar el proyecto propio, en un proyecto de inversión? Ese “para qué” es lo que hay que planificar estratégicamente, porque las cooperativas tienen la obligación del desarrollo local, pero también tienen la obligación de trascender lo local. Y en ese trascender, integrar capitales cooperativos en gran escala. Lo que quiero significar es que la realidad del volumen económico que están manejando tiene un impacto social, cultural, importante en cada localidad, pero no tiene un impacto político en la dimensión que sí tiene en lo económico. No es que las cooperativas deban meterse en lo político, sino que tienen que peticionar con toda la fuerza que pueden a las estructuras democráticas políticas, fundamentalmente al Congreso de la Nación o de las provincias, donde son los ejecutores de formación de las leyes. Las leyes se hacen por convicción, por razonamiento, por convencimiento y por voluntad de los ciudadanos que los representan. Dicho esto, ejercer presión ciudadana, en el buen sentido, para que este poder económico se transforme también en voluntad política.  

-¿Cómo evalúa las políticas públicas del Estado Nacional en relación al desarrollo y promoción del cooperativismo y la economía social? 

-A mí criterio han sido positivas. Por supuesto que estamos en un Estado con una crisis financiera importante y esa promoción a veces no puede llegar en su verdadera dimensión a todos los lugares. Diferenciemos la voluntad política de promoción del cooperativismo que tiene este gobierno, que es muy clara, de la no voluntad política del gobierno anterior, donde primaba el principio de individualismo dentro del concepto liberal, donde la persona es la clave del éxito. Para el cooperativismo, el éxito es grupal, es colectivo, llega a todas las personas donde hay equidad distributiva y está claro que la política desarrollada por el Inaes va en esa dirección. 

-¿En qué iniciativas concretas lo podríamos dimensionar?

-Por ejemplo, nosotros con la UnTreF hemos trabajado el tema del cuidado de las personas mayores en sus domicilios, en la necesidad estratégica de que el Estado se involucre porque las organizaciones cooperativas pueden realizar una actividad económico social muy importante. Nosotros hemos dado muchos cursos, tenemos una diplomatura y el Inaes ha creado una incubadora de cooperativas de cuidados de adultos mayores. El resultado de los últimos dos meses es la creación de 36 cooperativas con matrícula, vinculadas al cuidado, que dignifican el trabajo de la mujer (el 95% del cuidado lo realizan ellas) y le mejoran el ingreso porque la que acuerda el valor de la hora del trabajo es la cooperativa, y eso permite superar la asimetría entre el que tiene el dinero y la que necesita el trabajo. Trabajar individualmente en el cuidado de personas mayores es bastante complicado y es una de las pocas actividades en que las cooperativas empezaron primero, antes que el sector privado.   

-¿En las Provincias observa alguna política pública para destacar? ¿Sirven las redes de municipios cooperativos? 

-Cada provincia tiene su impronta en virtud de dos situaciones: de la realidad política de cada lugar, y de la realidad cooperativa y de la economía social que tiene. Si la realidad de la economía social es pobre, por más que haya un gobierno provincial con intencionalidad de desarrollo, resulta difícil porque no hay una conciencia ciudadana del asociativismo. Y lo mismo pasa a la inversa: con un gobierno que no tiene demasiada simpatía por el desarrollo solidario empresarial, un tejido importante de cooperativas estará en mejores condiciones de hacer frente a una realidad política adversa. Hay que aprovechar aquellos momentos en que la política pública está a favor. En esas coyunturas, la economía social debe acelerar.  Y cuando está en contra, debería reagruparse para capear el temporal. En cuanto a las redes de municipios cooperativos, creo que aún no han logrado una interconexión profunda entre ellos, pero sirven, sí. El asunto es ponerlas en funcionamiento en su verdadero potencial, cosa que no es fácil.  

-¿Qué reflexión le merece el vínculo que establecen los gobiernos locales del conurbano bonaerense y las cooperativas de trabajo?

-Es una pregunta que supone un trasfondo que merece matizarse y diferenciar algunos casos particulares de la generalidad. A las cooperativas de trabajo les ha costado muchísimo desarrollarse porque han sido muy estigmatizadas por las grandes cooperativas tradicionales. Históricamente, los que se agrupaban eran los consumidores y los productores, pero no el trabajo. En Argentina se agruparon los productores para hacer frente a los monopolios de exportadores de granos. Después se agruparon los consumidores para hacer frente a los servicios públicos que el Estado no brindaba. Finalmente se agruparon los trabajadores, cuando lo que escaseaba era el trabajo. Y no fueron bien integradas porque lo que se agrupó fue el trabajador que, visto por las cooperativas tradicionales, siempre le asignó una relación de dependencia como la tiene actualmente: las cooperativas agropecuarias y las cooperativas de servicios públicos tienen empleados, en cambio en las cooperativas de trabajo hay autogestión. Incluso el sindicalismo las miró con desconfianza. Tardaron mucho tiempo en hacerse valer y hubo ejemplos de mal funcionamiento, como los hubo en las otras cooperativas también. El vínculo con la política es un fenómeno que surge a partir de la creación de las cooperativas de trabajo para reorganizar y organizar a determinada gente que estaba desocupada. Entonces, no creo que la relación de los gobiernos del conurbano bonaerense sea conceptualmente diferente a las de cualquier otro municipio importante de cualquier parte del país. 

-¿Cuáles serían los desafíos actuales del cooperativismo, dónde debería mirar? 

-De la misma manera que el cooperativismo consolidado e histórico tardó en integrar conceptualmente a las cooperativas de trabajo y ahora ya hay un proceso importante de integración (sobre todo en los pueblos más pequeños o las ciudades medianas donde la gente se conoce y se tiene confianza), el cooperativismo tiene que estar mirando ahora al fenómeno de la economía popular. En ese espacio existen las posibilidades de crear cooperativas, sobre todo de trabajo, que puede ser de tres personas. Me parece que es un espacio interesante, no desde lo político, sino desde lo social. Lo que falta en la comunidad es trabajo, un ingreso, de tal manera que la producción y el consumo continúen. Pero no para satisfacer el incremento del rédito del capital, sino para cubrir las necesidades básicas de la gente. Estamos en un proceso de concentración de la riqueza, desde antes de la pandemia incluso. Este fenómeno se ha producido en todos lados y Argentina no es una isla. En la medida en que se concentre la riqueza, aparecerán más nuevos ricos y se incrementará la cantidad de pobres. Esa conflictividad social hay que resolverla. La violencia no es producto de la pobreza sino de la inequidad. Entonces, tratemos de resolver la pobreza equiparando los ingresos de la gente. 

-Los cooperativistas, además de trabajar por el bien común, deben capacitarse, saber de leyes, de administración, derecho tributario, de economía. ¿El estudio académico del cooperativismo, qué eco encuentra en las universidades públicas?

-Educar significa orientar, tener capacidad pensante, racionalizar los conceptos y significa también poder elegir. Con eso se hace cooperativismo. Pero a ese cooperativismo hay que capacitarlo: hay que saber hacer. El saber pensar quedaría en la nada si no se sabe hacer. Esto es en todos los órdenes. Las universidades públicas tienen el rol de educar y capacitar, y están liderando ese proceso a través de una red universitaria de la economía social y solidaria, llamada Rues, donde 32 entidades universitarias intercambian saberes y proyectos, tratando de hacer cosas colaborativas y no competitivas. 

-¿Cuáles son las principales líneas de acción del Centro de Estudios de la Economía Social de la UnTreF que dirige? 

-El CEES tiene una larga tradición. El año que viene daremos la 20ª edición del Curso de economía social y entidades sin fines de lucro. A partir de ahí hemos abierto distintas especialidades. La de más alto nivel es una Maestría en economía social, comunitaria y solidaria, que al ser virtual llega a todo Latinoamérica. Por nombrar los últimos proyectos, agregaría la Diplomatura en cuidados con orientación cooperativa, que comenté anteriormente, y la Diplomatura de economía social y clubes. En Argentina existen alrededor de 12.000 clubes. Si consideramos la cantidad de personas que trabajan en esos clubes, la cantidad de asociados, de voluntarios que trabajan para que el club crezca, si en el balance social tuviéramos que contar el valor del trabajo que pone allí la gente, no alcanzaría la recaudación para pagar todo eso. Los balances sociales de los clubes son demostrativos de esa gran cantidad de dinero que es prácticamente donada en función del trabajo gratuito que realizan los socios. En 2020, hemos compilado las clases de esa diplomatura en el libro “Los clubes como asociaciones civiles. Una mirada desde la economía social y solidaria” y haremos una reedición el año próximo. También tenemos otra diplomatura que se llama Cooperadoras escolares, aspectos económicos sociales y educativos, porque consideramos que todas estas entidades forman parte de la economía social y solidaria.

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Redacción Mayo

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