Infancias en pandemia

Relaciones familiares modificadas por el Covid: cómo lo viven niñas y niños

Del aislamiento absoluto al retorno escolar en burbujas: desde hace 13 meses cambió la forma de relacionarse con otras personas. Los niños, los miedos, y las consecuencias de tan abrupto cambio de hábitos. La palabra de la pediatra Ivana Schroeder.

Infancias
Infancias RM
03-05-2021

Si algo alteró la pandemia del coronavirus y las diferentes etapas de aislamiento- distanciamiento fue la forma de relacionarnos con las demás personas: dentro del hogar, en la familia extensa, en entornos laborales, sociales, sanitarios, deportivos y recreativos.

Desde hace 13 meses habitamos espacios atravesados por una situación sanitaria excepcional, en la que responsabilidad individual para prevenir la propagación del virus es, también, colectiva. “Sin dudas, lo vincular es lo que más se ha golpeado en esta cuarentena y eso repercute de manera directa en las dinámicas familiares y en los comportamientos de los chicos”, describe Ivana Schroeder, médica y jefa del servicio de Pediatría del Instituto Modelo de Cardiología (IMC) de Córdoba. 

Sin ánimos de generar falsos debates entre cuarentena sí o no, proponemos un repaso de las principales consecuencias que se perciben al interior de las familias tras un año de emergencia sanitaria por el Covid-19, con especial foco en las vivencias de los más pequeños. En aquellas familias en las que hay niños, niñas y adolescentes, las personas adultas con capacidad de  omprender la dimensión de la pandemia, los riegos y el porqué de las restricciones han tenido el multiplicado desafío de transmitir la importancia de las medidas de cuidado, de atajar todos los  frentes que se volvieron exclusivos del hogar y, a la vez, paliar las consecuencias de tan brusco cambio de hábitos. 

Cuando se anunció la suspensión de las clases presenciales por 14 días a partir del lunes 16 de marzo de 2020, nadie imaginó que la medida terminaría prolongándose hasta fin de año, alterando de manera abrupta y absoluta las rutinas de los más pequeños (https://www.argentina.gob.ar/noticias/coronavirus-suspension-de-clases-presenciales-14-dias-consecutivos-partir-del-16-de-marzo).

A la semana del cierre de las escuelas se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio que instauró el teletrabajo como norma tanto en el sector público como el privado, y las restricciones a la circulación -salvo para trabajadores considerados esenciales- que terminaron por configurar meses de un universo infantil limitado sólo al hogar (https://www.argentina.gob.ar/coronavirus/aislamiento#:~:text=El%20aislamiento%20social%2C%20preventivo%20y,adopta%20en%20un%20contexto%20cr%C3%ADtico).

Aquellos hijos e hijas de padres separados tuvieron un capítulo aparte con la suspensión de los regímenes de comunicación habituales. (https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/no-pueden-ir-de-casa-en-casa-hijos-de-separados/) 

En Córdoba, recién dos meses después de iniciado el aislamiento los niños pudieron acceder a las primeras salidas “recreativas” en un radio de hasta 500 metros de sus hogares, según terminación del DNI, sin posibilidad de detenerse. (https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/preguntas-y-respuestas-que-se-puede-hacer-y-que-no-durante-salidas-recreativas-en-cordoba/)

“Hubo familias que pudieron adaptarse mejor al cambio de las dinámicas, que se encontraron felices de poder compartir más tiempo en la casa y acompañar la crianza y el aprendizaje de los niños, o el primer año de vida; y hubo familias donde eso no fue posible por el teletrabajo, por falta de comodidades, o porque había niños menores de 3 años que demandan atención constante y no se podía compatibilizar todo”, resume Schroeder.

“He visto muchas familias en donde los niños y las niñas han dejado de tener padres para tener padres-docentes, que no han sido ni padres ni docentes, que se han pasado días peleando para que hagan la tarea, para que dejen el celular o la computadora, para que se sienten a la mesa a la hora de comer”, cuenta.

 

Trastornos frecuentes

La suspensión de las actividades diarias cotidianas, de los horarios escolares, de las actividades extracurriculares derivó en muchos casos en una vida al margen de las rutinas: “La falta de hábitos es una de las cosas que más ha cambiado en la vida de los niños”, sentencia Schroeder.

Y explica cómo en materia alimentaria y de exposición a dispositivos tecnológicos esa falta de retinas se ha vuelto problemática. “Con el retorno de las consultas estamos viendo mucho sobrepeso, no solamente en los niños sino como una problemática familiar; y en los adolescentes preocupan los trastornos de sueño relacionados a la sobreexposición a las pantallas: veníamos de tratar de limitar el tiempo que pasaban conectados y de un día para el otro les impusimos conectarse para todo”, detalla la médica.

 

Vamos, no vamos, nos hablamos

Apenas comenzó el aislamiento las consultas médicas presenciales también fueron suspendidas, hasta tanto los servicios se prepararan para atender a pacientes en un contexto de pandemia, con estrictos controles de ingreso y espacios separados para pacientes febriles sospechosos de haber contraído Covid-19. 

“Apenas volvimos a atender de forma presencial, recibíamos a niños cuya consulta al médico era su primera salida: venían a mostrar sus barbijos, contentos y expectantes. La falta de control en niños menores de 2 años no fue tan significativa porque siempre mantuvimos el contacto virtual o telefónico, por una cosa o por otra siempre estamos en contacto y esto tiene que ver específicamente con la pediatría”, explica Schroeder.

Durante esos meses, de la mano de la tecnología, la consulta médica “se metió” en el hogar y las preguntas de rigor sobre el comportamiento de los más pequeños se transformaron en videos que registraban el momento en vivo. “La virtualidad nos dio una herramienta a través de los videos para ver cómo come un niño que está empezando a comer y el registro de otros momentos que hoy seguimos implementando para complementar la consulta presencial”, cuenta.

Y sigue: “En esas primeras consultas más que el control del niño sano, eran instancias de planteo de dudas familiares, eran necesidad de conversar y poner en común situaciones que estaban atravesando”.

Por estos días, Ivana sigue extrañando el abrazo y el beso con sus pacientitos: “Antes de poner el codito tenés que poner alcohol, antes de preguntar cómo está, tenés que hace el triage de coronavirus, todo eso hace que uno extrañe el beso con mocos o el beso con chupetín. A pesar de eso, los niños son elásticos y uno se adapta con ellos, y vamos encontrando otras formas de comunicar ese afecto a través del barbijo y de la máscara”.

 

Los miedos que la pandemia nos dejó 

Volver a salir, regresar a la escuela, amoldarse a los nuevos protocolos, a las burbujas y a las medidas de prevención como el uso de barbijo, lavado de manos o mantener la distancia no ha sido igual para todos los niños y las niñas. 

“En aquellas familias en las que hubo pérdida de algún ser querido por el Covid, o en donde han sido súper estrictos con el cumplimiento de los protocolos, vemos que hay niños con mayor miedo a salir, a reinsertarse en la sociedad, porque el afuera les genera muchísima inseguridad. Lo vemos como crisis de ansiedad y de angustia, de pánico”, describe Schroeder.

Y apunta otra situación preocupante en esa introspección: adolescentes que han cortado sus vínculos del mundo real. “Me preocupan mucho, desde el punto de vista psicológico, aquellos que por cumplir con todos los protocolos se han metido para adentro, en la computadora y en el celular, y que no han tenido vínculos con otros”, precisa. 

 

La vuelta a las aulas

Para Schroeder, el retorno a las aulas debe contemplar los aspectos epidemiológico y psicológico. “Para mí en este momento lo educativo queda en un segundo plano, porque con la modalidad virtual hubo aprendizajes: de otra forma, mediados por la tecnología, con otros tiempos, pero no fue un año escolar perdido para la mayoría”, rescata.  “Era importante que los chicos vuelvan, el inicio de clases en la escuela era necesario desde lo social, lo vincular, era importante volver a verse las caras. Sin embargo, no puede ser una medida rígida que no se pueda revisar si la situación epidemiológica así lo indica”, explica.

Y asegura que hay que ir evaluando periódicamente el contexto: “Hay que ir viendo momento a momento si es necesario cerrar una escuela o hacer un cierre general según el número de casos”. “Yo hubiese seguido con la virtualidad, que ya estaba bastante aceitada, hasta que estén vacunados los docentes, porque los docentes tienen mucho miedo”, suma. 

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Redacción Mayo

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