La otra moneda nacional

El dólar, actor central de la economía y la política argentina

Con siete tipos de cambio distintos en vigencia, el Gobierno analiza en tiempos electorales cómo desarticular un esquema bimonetario y convencer a la población de apostar por el devaluado peso. Por Gabriel Tuñez

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04-09-2021

Emmanuel Álvarez Agis, el director de la Consultora PxQ y uno de los economistas más consultados por los medios de comunicación, dio días atrás una explicación acerca de qué relación tienen los argentinos con el dólar. “No confiamos en el peso por una cuestión material: todo el mundo sabe de qué estoy hablando si menciono el Rodrigrazo, el Plan Bonex, el Corralito y el Reperfilamiento. Son cosas que deberíamos saber los profesionales, pero las entiende cualquiera. Eso destruye la capacidad de tener una moneda fuerte”.

Casi a lo largo del Siglo XX, pero especialmente en los últimos 50 años, el dólar estuvo presente en el centro de la escena política, en la mesa familiar, en las reuniones de amigos, en las discusiones sociales.  El dólar es, “tal vez, una de las instituciones más persistentes de la historia social y política de la Argentina en las últimas décadas”, según analizaron los sociólogos e investigadores del CONICET Mariana Luzzi y Ariel Wilkis en su libro El dólar. Historia de una moneda argentina, publicado en 2019.

La moneda estadounidense se volvió popular para grandes grupos de la población argentina que la vieron, y ven, como una manera sencilla de resguardar su patrimonio frente a los enormes saltos inflacionarios o las medidas confiscatorias dictadas en distintos momentos de la historia. Además, el dólar es un termómetro que permite leer en tiempo real la capacidad de los actores financieros y políticos, especialmente en una época electoral como la que vive el país de cara a los comicios legislativos. 

El peso y el dólar participan activamente en la economía local, considerada bimonetaria por los analistas. Entre ellos, Álvarez Agis opina que ese es, justamente, el “problema fundamental” del país. 

“Hay que recomponer el mercado monetario para, por ejemplo, que un argentino al que le sobra un mango se anime a quedarse en pesos y no compre dólares. O una empresa que cobra de sus clientes el día 5 del mes, pero le paga a sus empleados el 30, no opte por ir al mercado paralelo con los pesos a comprar dólares, los deje apilados 29 días y después los venda para pagar los salarios”.

 

Siete dólares distintos

Pensar al mismo tiempo en el peso y el dólar otorga ciertos márgenes de maniobra a un sector de la población que, si bien se mueve en una economía fuertemente signada por la inestabilidad, al mismo tiempo contribuye con herramientas de especulación a esa precariedad cambiaria que terminan por tener fuertes consecuencias a nivel macroeconómico. 

En las últimas décadas, principalmente durante el kirchnerismo, distintas medidas de restricciones aplicadas al acceso al dólar intentaron, sin éxito, restarle influencia a la moneda estadounidense en la economía local y, a la vez, fortalecer al peso, algo que no pudo imponerse en un contexto de inflación y mercados de cotización paralelos. 

Actualmente existen, por lo menos, siete tipo de valuación del dólar: Ahorro, Blue, Mep o Bolsa, Minorista, Mayorista, Contado con Liqui y dólar para industria y servicios.

Argentina "debería deshacerse de su peso y ponerlo en un museo", consideró tiempo atrás el estadounidense Steve Hanke, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, e investigador del centro de estudios CATO Institute en Washington D.C.  En una entrevista con BBC Mundo, Hanke recomendó “matar al peso” porque es un “un veneno, un cáncer" para la economía argentina.

Hanke recordó que en 1999 le recomendó al entonces presidente Carlos Menem que dolarizara el sistema económico del país, todavía regido en aquel momento por el Plan de Convertibilidad que equiparaba el valor del peso con el dólar, el famoso  1 a 1 instaurado a principios de esa década por Domingo Cavallo. Pero Menem, dijo el economista estadounidense, se negó a hacerlo. “La idea de dolarizar ha estado dando vueltas desde hace muchos años. Es que el peso es el talón de Aquiles de todos los problemas en Argentina y lo ha sido por más de un siglo”, destacó Hanke.

 

Un patrón de referencia

La llamada gran crisis de 1930 y sus sucesivos impactos financieros a nivel mundial ocasionaron un impacto económico, social y político en la Argentina. Las consecuencias  de esos cimbronazos sobre la balanza de pagos y el funcionamiento del mercado cambiario dieron lugar a regulaciones que parieron un mercado cambiario paralelo e ilegal. 

“La popularización del dólar y su incorporación progresiva como una moneda familiar para los argentinos se da en etapas”, explicó a REDACCIÓN MAYO Mariana Luzzi. 

“Primero, por medio de un proceso de difusión en las agendas periodísticas, que lo utilizan como un patrón de referencia para medir los precios internos como la carne, el pan, el transporte y el combustible. A eso le siguió la incorporación de la noticia del dólar en la city, que es algo que empieza en los años '60 y se consolida en los '70, pero será en 1975, después del Rodrigazo (el plan puesto en vigencia por el entonces ministro de Economía Celestino Rodrigo) y de la liberalización financiera de José Alfredo Martínez de Hoz que es más frecuente encontrar a trabajadores y familias que recurren al dólar como un instrumento de ahorro o pequeña inversión”, indicó Luzzi.

El Rodrigazo, recordó la investigadora del CONICET, se dio el 4 de junio de 1975 y representó un aumento de la paridad del peso y el dólar de 100%, sumado a un incremento de 175% de la nafta y 75% la electricidad, entre otros fortísimos incrementos. “El Rodrigazo mostró el impacto que puede tener el tipo de cambio en el poder de compra de las personas con un ingreso fijo, sumado a una alta inflación, que es un fenómeno que se consolidará hasta la hiper de 1989”, agregó Luzzi.

El dólar, entonces, se volvió un tema de las conversaciones con amigos, familiares, compañeros de trabajo y taxistas.

 

Reducir la brecha

En este contexto social, el ministro de Economía, Martín Guzmán, anunció días atrás que busca reducir la brecha en la cotización entre el dólar oficial y el paralelo, que ronda el 75%, aunque descartó una devaluación del tipo de cambio. “Es uno de los objetivos que atiende la política macroeconómica. Buscamos estabilizar esa situación, mantener lo que viene ocurriendo los últimos ocho meses y luego ir reduciendo esa brecha”. 

Según proyectó Guzmán, el dólar oficial que hasta este jueves cotizaba a $97 estará a $102,40 a fin de año. Sin embargo, en el proyecto de ley de Presupuesto 2022 que está elaborando y que presentaría en los próximos días en el Congreso prevé que la moneda estadounidense llegue a $159 para diciembre del próximo año.

 

El Gobierno no prevé modificar el tipo de cambio, que para algunos analistas está atrasado, hasta una vez superadas las elecciones legislativas, previstas para el 15 de noviembre. 

Además, recordó que desde 2015 “casi dos tercios del incremento del tipo de cambio mayorista se dio en el semestre post-elecciones”. 

Ricardo Delgado, director de Analytica, opinó en una entrevista con Infobae que, más allá de la volatilidad cambiaria, la cuestión estructural es que la Argentina no cuenta con los dólares suficientes para que la economía funcione con normalidad. “La desconfianza y la alta inflación hicieron que en los últimos diez años el sector privado fuera deficitario en nada menos que USD 100.000 millones, computando los ingresos y salidas de divisas por todo concepto. Evidentemente, si no revertimos estas limitaciones seguiremos navegando en la 

mediocridad”, consideró. Delgado, además, señaló que la brecha cambiaria en estos niveles “genera la sensación de un dólar oficial barato”, por lo que puede esperarse, como contemplaría Guzmán en el Presupuesto 2022, un alza en el valor del dólar oficial.

 

Bimonetarios

La consultora Ecolatina mencionó en un reporte que los movimientos cambiarios, lejos de ser inocuos, son perjudiciales para la sociedad porque empeoran los ingresos reales de la población e inciden en una menor calidad de vida. “Esta relación causal es conocida por las autoridades económicas y políticas, que intentan, frente a presiones cambiarias, evitar el ajuste de los precios forzando un control de las cantidades”, analizó Ecolatina. Por ese motivo, recordó, durante la última década en dos de cada tres meses los argentinos enfrentaron restricciones para la compra de dólares.

Los inversores, además, aguardan que después de las elecciones haya un menor ingreso de divisas derivadas de las exportaciones agropecuarias y una mayor emisión de pesos por el financiamiento del Tesoro. Estos factores, sumados a una índice inflacionario que rondaría al finalizar 2021 en un 48%, y a la indefinición del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), no hacen más que abonar las expectativas de una devaluación del peso a futuro, pronosticó el economista Gustavo Ber a la prensa. "Se van acumulando distorsiones de precios relativos y un atraso cambiario que un día habrá que corregir. Se entiende que esta situación no es sostenible", agregó.

“Hay que romper el círculo vicioso del bimonetarismo y transformarlo en un círculo virtuoso”, dijo Guzmán en enero pasado durante una disertación en la Universidad Nacional del Comahue, en Neuquén.

Para Luzzi, ya sea por el lado de la especulación o de la protección de los ahorros, el dólar abre un margen de maniobra muy valorado pero “siempre individual, lo que genera restricciones más profundas en el plano colectivo. Esta es la gran tensión que aparece como un abismo recurrente en la Argentina”.

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Redacción Mayo

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