Agenda Pública

Lo útil está en lo que tiramos: la Economía Circular como fuente de ingresos y cuidado del ambiente

El modelo productivo de la circularidad puede generar recursos para los Municipios y las cooperativas, al convertir la basura en materia prima. ¿Cuántos desechos generamos los argentinos? ¿Cuánto recuperamos? Políticas públicas y educación, las claves para lograrlo. Por Lorena Retegui

Economía Circular
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14-10-2022

¿Por qué el reciclado debería ser la última alternativa? ¿De qué se trata la “logística inversa” en cuestiones ecológicas? ¿Podemos acercarnos al modelo Curitiba? En el mes en que se celebra la lucha contra el cambio climático, acercamos una radiografía de la Economía Circular, el paradigma que promueve un desarrollo económico y social, que puede ser una fuente importante de ingresos para Municipios, empresas y cooperativas, pero bajo una premisa esencial: cambiar la cultura sobre nuestros desechos y eludir la obsolescencia programada tiene que ser tarea de todos. 

“El planeta está literalmente en llamas”. Con esta categórica expresión el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, inició la asamblea general de este año, realizada el mes pasado en Estados Unidos. Fue un llamado urgente para que los países miembros “redoblen los esfuerzos” en combatir “la pobreza, el hambre y el cambio climático”. Días después la advertencia también llegó desde la Cruz Roja, al señalar que hay regiones que se volverán “inhabitables” en las próximas décadas, con altas tasas de pérdida de vida humadas, movimientos de población y una agravación de las desigualdades, a causa de las olas de calor, “cada vez más frecuentes e intensas”.

Modificar el curso del cambio climático es, por lo tanto, el mayor reto de estos tiempos. En un reciente mensaje, José “Pepe” Mujica, presidente honorario de la Fundación COLSECOR, destacó que “hay que revisar nuestra cultura. Parece que lo elemental no es la felicidad humana o la vida humana, sino la acumulación”.  Y alentó “a llamar a la realidad a los gobiernos, porque en el fondo la crisis ecológica existe por debilidad política, y solo las decisiones políticas pueden cambiar la realidad”. A su vez, el ex presidente uruguayo reconoció que quienes asuman ese compromiso tendrán que “enfrentar intereses económicos y, también, amparar un cambio cultural”. Fue un mensaje grabado para la Cumbre Climática de las Juventudes de América Latina y el Caribe (RCOY), que se realizó durante octubre en Costa Rica.  

Las palabras de Mujica sintetizan la preocupación, cada vez mayor, de activistas, académicos, artistas y ciudadanos que ven cómo los efectos del cambio climático son manifiestos y más graves: desde alterables eventos meteorológicos que amenazan la producción de alimentos, hasta el aumento del nivel del mar que incrementa el riesgo de inundaciones catastróficas o las frecuentes e intensas olas de calor en diferentes regiones del mundo. “El cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando”, sostienen desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). 

Pobreza, hambre, desigualdad y cambio climático no son, por lo tanto, problemáticas disociadas. El Programa Mundial de Alimentos (PMA),  de la ONU, acaba de difundir cifras preocupantes que  muestran que el mundo enfrenta “una crisis alimentaria sin precedentes” y todo indica que “empeorará”: en los primeros meses de 2022 el número de personas con hambre pasó de 282 millones a 345 millones y entre las causas, además de los conflictos y presiones económicas que hoy enfrenta el mundo, tienen un capítulo especial la alteraciones climáticas. Las respuestas para mitigar sus efectos deben ser variadas, integrales y sostenidas a largo plazo. 

En paralelo, desde el ámbito de la ciencia y sectores abocados a pensar un desarrollo económico sostenible y de cuidado con el ambiente coinciden en la necesidad de transitar hacia un cambio de estructura económica que implique, en esencia, cambiar nuestra cultura de producción y consumo. Parte de ese debate tendrá lugar en la 27° Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP27) que se realizará en noviembre en Egipto.

 

No es basura, es materia prima

En el mundo se recolectan unos 11.200 millones de toneladas de residuos sólidos, según datos de la ONU. La desintegración de la proporción orgánica de estos residuos “contribuye aproximadamente al 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI)”. A simple vista podría resultar un número menor. Sin embargo, no refleja plenamente el potencial real que concentra. Las emisiones de GEI producidas por el sector de manejo de residuos son un gran potencial, en particular por el alto porcentaje de componentes biodegradables que contiene el flujo de residuos. El dato más sensible es que solo se recicló un 9% de todo el desecho del plástico que se generó a lo largo de la historia, siendo que 12% se incineró y el 79% restante se acumuló en vertederos, basureros o en el ambiente.

Según cifras del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Nación, en Argentina se genera un promedio de 45.000 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos, lo que equivale a una tonelada de basura cada dos segundos y un promedio diario por habitante de 1,03 kilos. Más aún, en base a un reciente informe del Observatorio de Residuos Peligrosos (UBA-UNR), se estima que, del total de residuos peligrosos, no peligrosos y patogénicos producidos en el país, solo han sido tratados 9,6%. “En otras palabras, todo parece indicar que aproximadamente el 90% de residuos producidos en el último año ingresa como una deuda para con la sociedad en su conjunto”, señala el informe. 

¿Qué hacer con toda esa basura? Actualmente la mayoría de las sociedades en el mundo transitan un modelo productivo denominado economía tradicional u ortodoxa, basado en una secuencia lineal: en primer lugar, se da la extracción, transporte y utilización de recursos naturales; luego viene la fase de la fabricación o transformación productiva, para dar paso al consumo y, finalmente, la generación de residuos. Este modelo es totalmente ineficiente en la utilización de los recursos naturales y pone en peligro la capacidad del sistema global para su regeneración. 

A diferencia de ese paradigma, el modelo circular considera a los residuos como materia prima. Por un lado, reduce los desechos en entornos naturales y, por otro, los devuelve al círculo de la economía. Pero, para llevarlo a cabo, son necesarios cambios en la manera en que definimos los procesos productivos y de distribución. 

“Hace más de 15 años que estudiamos la economía circular, cuando el nombre como economía circular no era tan conocido. En particular, hice la tesis de doctorado sobre logística inversa en la industria del embotellado, que es un concepto específico de la administración, pero que se aplica a la economía circular al interior del funcionamiento de las empresas”, comenta a Redacción Mayo, y a modo de presentación, Celina Amato, responsable del grupo de investigación en economía circular del Instituto de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC.

El concepto de logística inversa resulta de importancia en la problemática ecológica porque supone la optimización de toda la cadena de suministros, al conectar el fin de la cadena (los residuos) con el inicio de una nueva cadena (la recuperación de ese residuo para convertirlo en materia prima). De ese modo, se prioriza el traslado de materiales desde el usuario o consumidor hacia el fabricante o hacia los puntos de recogida habilitados para su reutilización, reciclado y, en menor medida, su eliminación. 

Sin embargo, la logística inversa no es novedad. En las generaciones pasadas, antes de la era de la obsolescencia programada, lo viejo no se desechaba. “No sé si tenemos que hablar de cambio de paradigma, quizás es volver a la vieja cultura. Mi abuela que vivía en el campo iba a comprar crema para sus manos siempre con el mismo envase; no generaba basura”, grafica Amato para explicar en términos sencillos de qué trata circular la economía. Antes operaba la escasez y ahora se trata de hacer sostenible el planeta. “Hay que pensar que todo eso que llamamos basura no es basura, es materia prima, es un recurso”, agrega la investigadora de CONICET.

 

Una fuente de ingresos

Los principios fundamentales de la Economía Circular empiezan con R: Repensar, Reutilizar, Reciclar, Reponer. Plásticos, vidrios, alimentación, material de construcción o aparatos eléctricos y electrónicos, la mayor parte de esos residuos se podrían volver a insertar en el sistema para mitigar el impacto ambiental y, a su vez, generar un desarrollo económico y social. 

Por ejemplo, “las arcas municipales se llevan más del 60% en toda la logística implicada en la basura, especialmente en la recolección y el enterramiento. Lo que sucede hoy es que pagamos por todo lo que se puede reciclar, pagamos para que se entierre basura, generando todos los problemas ambientales, cuando en realidad podríamos estar haciéndolo al revés, se podrían generar ingresos para los municipios con la economía circular”.

Para ello, desde el equipo de investigación de la UNC mapearon las “cadenas de valor” de los residuos del cartón, el plástico, el vidrio y el metal. El estudio será publicado en formato de libro el mes próximo, y cuyo adelanto publicaron en UNCiencia (la agencia de la Universidad Nacional de Córdoba).

El trabajo analizó precio, volumen, calidad y periodicidad de estos materiales. Además, “el equipo encontró que en la base de la cadena (cartoneros, cartoneras y cooperativas) no existe conciencia de que el material recuperado es un commodity, que muchas veces tiene destino internacional”, explica Amato. Toda esa información recabada será presentada al Municipio de Córdoba. 

Por su población y producción, Córdoba es una de las provincias que más basura genera (en promedio, 1,32 kilos por habitante al día, por encima del promedio nacional de 1,03). Sin embargo “no es, todavía, un modelo para transitar hacia la economía circular. Hay otras provincias más avanzadas, como Buenos Aires”, señala Amato, quien, no obstante, reconoce que desde que se crearon los centros verdes municipales en 2010, más los entes públicos abocados al tema, como el Ente BioCórdoba y la labor de las 42 cooperativas de reciclaje que existen en la provincia (23 en la ciudad), la densidad de lo recolectado fue en aumento. Según el trabajo realizado con su equipo, durante 2021 se recuperaron 3.136 toneladas de elementos reutilizables, tres veces más que una década atrás

En Argentina no existe una ley de responsabilidad extendida del productor o productora, el principio por el cual quienes producen mantienen un grado de responsabilidad por todos los impactos ambientales de sus productos a lo largo de su ciclo de vida, desde la extracción de las materias primas, hasta la disposición final. “Esto explica por qué el recupero de materiales es menor que en los países donde sí existe esta legislación”, señala el informe de UNCiencia. Tampoco hay una estrategia macro de recolección y tratamiento de la basura, por lo cual, cada distrito decide cómo abordar la cuestión de sus desechos. En cambio, se encuentra en marcha el Plan GIRSU, una iniciativa del Ministerio de Ambiente de Nación que articula con diferentes gobiernos locales para entregar maquinaria e insumos para el cierre de basurales y la construcción de centros socioambientales, para un tratamiento diferenciado y eficiente de los residuos.

En Buenos Aires funciona la Dirección Provincial de Economía Circular que depende del Ministerio de Ambiente. Desde allí se lanzó este año el programa Promotoras Ambientales, trabajadoras de la economía popular y referentes en materia ecológica. Su principal tarea es recorrer diferentes distritos, acercándose a vecinos y vecinas para transmitir mejores hábitos sustentables respecto de la separación en origen de los residuos. Se trata de una de las iniciativas que busca concientizar y moderar un panorama gris en cuanto a generación de basura. Es que, de acuerdo al Diagnóstico de la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos en la Argentina, del Banco Mundial, Buenos Aires es la mayor generadora de desechos (19.665 Tn/día), seguida por CABA (5792 Tn/día), Córdoba (3780 Tn/día) y Santa Fe (3525 Tn/día);  los distritos que más basura producen

Por otro lado, otros proyectos se vinculan directamente con financiamiento a cooperativas que promueven el modelo productivo circular. Así, la Cooperativa TecnoRAEE de Pilar se convirtió este año en la primera planta cooperativa del país que trabaja, bajo normativa provincial, con los residuos tecnológicos (RAEE) donados por empresas y ciudadanos para su refuncionalización, reparación o recuperación para el reciclado. 

La basura electrónica creció a nivel mundial de 5,3 a 7,3 kilogramos per cápita al año, durante el periodo 2010 y 2019. Mientras tanto, el reciclaje ecológicamente racional de desechos electrónicos aumentó a un ritmo mucho menor: de 0,8 a 1,3 kilogramos per cápita al año.  “No hemos trabajado con este material todavía, porque el estudio lo hicimos a demanda de la Municipalidad de Córdoba, pero los RAEE son importante en la cadena circular, porque la mayoría de los materiales se pueden reutilizar”, explicó Amato en su charla con Redacción Mayo.

¿Qué se puede obtener de una CPU vieja o una licuadora rota? “Mucho. Los RAEEs tienen metales y minerales que se pueden recuperar, por un lado evitas que terminen en un relleno sanitario, por otro lo devolvés a la economía en otro producto”, adelanta a Redacción Mayo Gonzalo Pérez, uno de los fundadores de cooperativa TecnoRAEE de Pilar, de la cual viven 14 familias. Sobre esta novedosa iniciativa y la circularidad de los RAEE publicaremos un artículo la semana próxima.

 

El Modelo Curitiba

La economía circular propone un modelo de funcionamiento del sistema económico, a fin de aproximarse al horizonte de “cero residuos”. “Lo peor que le puede pasar a le economía circular es que tengamos que llegar al reciclaje, porque no deberíamos estar generando la basura que generamos, porque no deberíamos estar consumiendo lo que consumimos. Entonces, lo primero es repensar todo el trabajo que hay que hacer desde lo público, privado, y fundamentalmente desde la educación”, enfatiza Amato. 

Vale señalar que recién en junio de 2021 se promulgó la Ley 27.621 de Implementación de la Educación Ambiental Integral, que tiene por objetivo establecer el derecho a la educación ambiental integral como una política pública nacional,  en consonancia con leyes vinculadas al ambiente y la educación. “No hay que pensar un modelo de cinco años, pero sí un modelo de 20 años para llegar a la circularidad completa”, reconoce la investigadora de Córdoba. 

Esa apuesta a largo plazo se vincula con que la barrera más importante “no es inversión económica, sino de tipo cultural. No porque no podamos cambiarla, sino porque hay que empezar de cero, seguir el modelo Curitiba”, explica la investigadora. En la década de 1990, el entonces alcalde de Curitiba, la ciudad más grande del sur de Brasil, decidió modificar todos los planes de estudios para que la educación ambiental fuera obligatoria e integral. “Se arranca así, tratando de sensibilizar a la sociedad”, agrega Amato. Los resultados de ese desafío fueron exitosos. Hoy, Curitiba es un ejemplo en el mundo: conocida como la capital verde de Sudamérica, recicla desde hace una década el 50% de sus residuos, gracias a la implementación de la economía circular como política pública.

Más allá del Estado como actor importante, en esta cadena de valor sostenible que es la Economía Circular es fundamental, también, el rol de las cooperativas y las organizaciones y fundaciones que apoyan el trabajo de recuperadores urbanos, nucleados en el movimiento cooperativo. Amato concluye: “Primero, tenés que tener a los ciudadanos responsables en sus casas, pero el primer nexo, directamente o indirectamente, lo hacen por lo general las cooperativas. El modelo que tenemos en nuestra región siempre fue de reciclaje inclusivo, donde las cooperativas son las bases del sistema”.

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Redacción Mayo

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