Editorial

Verano en pandemia

El virus sigue acaparando el protagonismo y la esperanza se concentra en las vacunas - Por Alberto Calvo

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21-01-2021

Desconcertante este verano en el que todo el protagonismo lo sigue acaparando un virus del que resulta cada vez más difícil deshacerse. Desconcierta a quienes pensaban que, con la llegada del nuevo año, un cambio súbito aplanaría la curva de contagio. Desacierto, a pleno.

La estelaridad de la esperanza se concentra ahora en las vacunas. Como era de prever, la escasez también llegaría con ellas. Las negociaciones en torno a las dosis para la inmunización nos recuerdan, una vez más, que hay centros del poder que no van a ceder sus posiciones dominantes para consensuar en la multilateralidad. Las periferias son dependientes de un avance científico que no poseen.

La desigualdad no se difuminará pasado mañana, en algunos casos hasta se volverá pauperización. Es tanta la desgracia, con su enorme dimensión de caídos del sistema social, que ya no se podrá eludir. Desde la penumbra, la geopolítica nos dicta que no hay un solo mundo. Que hay riqueza y hay pobreza. Que hay países desarrollados y naciones asediadas por desastres humanitarios.

Mientras el tiempo corre, frenético, y se demora el alivio para penurias y carencias, surge la pregunta: ¿Cuál será el legado del covid-19? Ahora sabemos que somos más vulnerables de lo que creíamos. Confirmamos, también, que el exceso de especulación -sea económica o sanitaria- se vuelve sordidez. ¿Nos animaremos a asumir, por fin, que resulta vital recuperar el equilibrio como herramienta de lucidez y medida de justicia?

Si el futuro se gestiona sin superar el debate larvado actual, el cambio será difícil. El legítimo deseo de bienestar no se recuperará de su agonía. No hay suficiente sentido de la cooperación en una dirigencia insensible que se sigue creyendo en el centro de la situación, pero lo único que centraliza es el afán de enfrentamiento. En su egoísmo no están representados los intereses de las mayorías. Mucho menos, entonces, los de las de las minorías.

Cuesta comprender la falta de reflejos y de pericia para conducir de parte de quienes ejercen las gobernanzas de las necesidades sociales. Sin organización, pierden tiempo en la emergencia. En tren de lo brumoso de las circunstancias, la apesadumbrada ciudadanía -por lo bajo- ya poco se inmuta. Va quedando atrás el entusiasmo por construir una democracia participativa.

Pasan días, pasan años, la promesa de un desarrollo sostenible sigue sin cumplirse. Aun así, no se pierden las esperanzas y la perspectiva de una sociedad civil que quiere enfrentar los desafíos comunitarios. En los territorios locales, en nuestros pequeños y medianos pueblos, el cooperativismo es la expresión genuina de una idea del país federal que podemos ser. La economía social no es una institucionalidad lánguida. Prevalece allá donde el Estado está ausente. Se hace cargo, de manera consecuente y constante, de los problemas de primera magnitud que permean a la sociedad.

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Redacción Mayo

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