OPINIÓN

Conurbano: el "triunfo" K en la tierra de todos los fracasos

La elección de medio término dejó expuesto un abismo político entre el interior productivo y el Gran Buenos Aires. Ni el Gobierno ni la oposición muestran una sola idea superadora para ese bastión que suma subsidios, pero no vislumbra futuro. Por Virginia Guevara

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03-12-2021

La Plaza de Mayo que celebró el triunfo electoral del Frente de Todos en el tercer cordón del Conurbano bonaerense es el símbolo que la historia reservará a este presente diezmado del kirchnerismo a nivel nacional. Era tan ruinoso el resultado electoral que temía el Gobierno de Alberto y Cristina Fernández que el hecho de haber recuperado el territorio más devastado del Gran Buenos Aires fue festejado como un triunfo.

En ese cordón superpoblado y sufriente donde se amontonan las consecuencias de todos los naufragios nacionales está el sustento electoral del Gobierno. También encarna en esa zona de indicadores sociales dramáticos y futuro esquivo el modelo de país que guía las decisiones que se aplican en todo el resto del territorio: el desencuentro profundo y creciente que supone ese esquema se plasmó en el peor resultado del peronismo en el poder.

La mirada del Gabinete nacional se agotó desde el vamos en esa región bonaerense y su fortaleza política también se limita a ese territorio. La rápida conclusión que se impuso en los gobiernos provinciales es que si ese “ambacentrismo” cambia en los dos años que vienen, será para profundizarse. El paulatino alejamiento de los gobernadores peronistas que ven peligrar sus dominios provinciales por la cercanía con el Gobierno nacional no hace más que acelerar ese proceso.

Un desencuentro mayúsculo abreva en esa realidad. En el conurbano radican también los temores más profundos de la extensión más grande y más dinámica del territorio nacional, que volvió a sentirse representada por Juntos por el Cambio. La grieta kirchnerismo-antikirchnerismo se transfiguró ahora en un abismo político entre el Gran Buenos Aires y el interior productivo. El mapa que dejó la elección de medio término es un reflejo casi exacto de las posibilidades de supervivencia de cada provincia: cuanto más autónomas del presupuesto nacional, más amarillas.   

El 14 de noviembre el Gobierno perdió la elección en dos de cada tres provincias y sacó dos millones de votos menos que Juntos por el Cambio. Casi empató en Buenos Aires gracias a ese triunfo en el tercer cordón del conurbano y revirtió las inesperadas derrotas que en las Paso había sufrido en Chaco y Tierra del Fuego. Sólo obtuvo triunfos abultados en las provincias con menores índices de desarrollo y dependencia absoluta del presupuesto nacional: Formosa, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca. En San Juan, Tucumán y Salta las victorias fueron ajustadas.

El resto de los argentinos votó contra el Gobierno. En Córdoba 9 de cada 10 rechazaron la gestión nacional. Todo el interior bonaerense se expresó en consonancia con las características sociales y productivas que lo diferencian del conurbano y lo igualan a la zona central donde desde hace dos décadas tiene lugar el salto productivo y tecnológico que reconfiguró al interior. La región más autónoma y competitiva del país, compuesta por la franja que configuran Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos ratificó con creces su distancia del kirchnerismo y La Pampa se sumó a ese grupo con una de las derrotas más costosas para el Gobierno. En Corrientes y Jujuy el radicalismo se impuso con fuerza. En Misiones el peronismo sufrió un revés histórico. Y además el kirchnerismo perdió en su tierra prometida: la despoblada Patagonia de las regalías petroleras.

 

Interior versus conurbano 

Es un resultado político que podría prescindir de los partidos y los liderazgos -también de las consecuencias demoledoras de la pandemia- y comprenderse observando tan solo los factores productivos. El triunfo de ese país que en 30 años cuadruplicó su producción agrícola y está desarrollando una potente cadena agroindustrial sobre el Amba de la naufragada promesa industrial, que viene sumando población y destruyendo posibilidades de desarrollo desde hace 50 años.

También es un resultado que dice mucho menos sobre el futuro que sobre el pasado. Juntos por el Cambio capitalizó el descontento pero todavía tiene que construir los liderazgos que trasciendan en origen y en ideas a la ciudad de Buenos Aires. Si el kirchnerismo es el conurbano, el PRO es más excluyente aún: en materia de liderazgos no cruza la avenida General Paz. La subrepresentación del radicalismo -principal sostén territorial de esa coalición opositora- es proporcional a esa distancia con las provincias donde logró su triunfo nacional. 

Es un resultado que, además, evidencia un malentendido creciente y peligroso. El discurso que se impone en muchas de las provincias donde el Gobierno nacional sufrió sus peores derrotas apunta contra el conurbano privilegiado, regado de ATN y beneficiario de subsidios excepcionales que pagan todos los argentinos. Todo eso es tan cierto como la realidad de que en esa fracción del territorio un cuarto de la población argentina sobrevive en condiciones sociales paupérrimas e inseguridad extrema. Tienen subsidios pero carecen de toda perspectiva de futuro. 

El resultado electoral es transitorio. Lo permanente es que no hay ni en el Gobierno ni en la oposición triunfante una sola idea para el rescate del Conurbano. Mientras eso no ocurra, el resto del país seguirá votándole en contra, pero asumiendo con su propia postergación ese fracaso.     

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Redacción Mayo

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