¿Qué buscan aquellos que no van a votar ni por el Frente de Todos ni por Juntos por el Cambio? ¿Es un voto antisistema o es un grupo que busca una “ancha avenida del medio” menos ideologizada? ¿Simplemente quieren realizar una opción expresiva, dando el mensaje de que no les interesa la política?
Algunas encuestas señalan que, en esta elección, en el medio de la pandemia, una fracción importante de los encuestados planean no votar ni al Frente de Todos ni a Juntos por el Cambio. Según esta nota de El Cronista, hoy hay aproximadamente un 30% de electorado que está decidido o abierto a la posibilidad de votar a una opción que no es el FdT ni a JxC. (El 63% está decidido o piensa que es probable volver a votar a la fuerza que eligió en 2019.)
De ser así, este año podría marcar un bache (o, si se continúa en el tiempo, tal vez una reversión) en la tendencia a la bi-coalicionalización que observamos en los últimos años. En el año 2013 el Frente Renovador de Sergio Massa obtuvo casi un 18% de los votos, y el Peronismo Federal un 8%. Parecía efectivamente entonces que podía consolidarse una tercera vía, ya que el Frente para la Victoria sacó un escueto 33%. Pero esa tercera vía se fue debilitando: 17,5% en 2015, 18% (sumados Unidos y 1País) en 2017, 5% en 2019. Entre el FdT y JxC acumularon el 88% de los votos en 2019: una cifra virtualmente idéntica a la de 1983, en el momento más alto del bipartidismo.
Opciones antisistema
No sorprende que haya un bloque amplio de voto desencantado o de voto bronca en una elección que se dará todavía en el medio de la pandemia de COVID y luego de varios años de mala performance económica. Sin embargo, aunque exista efectivamente un 30% que planea no votar al macrismo ni al peronismo, tampoco es correcto asumir que ese sector es un bloque homogéneo, o que necesariamente se sienten motivados por el rechazo a la “grieta” ideológica y en búsqueda de una opción más moderada y post-ideológica. (Hay que aclarar, por supuesto, que todo lo que pueda decirse ahora es sólo especulación sobre un evento que todavía no ocurrió). Tal vez sean votantes que quieran aún más ideología y que están buscando opciones radicalizadas, ya sea por derecha o por izquierda. La ciencia política habla en este caso de opciones “antisistema”: partidos o líderes políticos que impulsan un cambio refundacional de todas las estructuras del, tanto en su faz política como económica y hasta social.
¿Quiénes son los que manifiestan que no votarán a ninguna de las dos fuerzas mayoritarias? ¿Son antisistema? ¿De ser así, lo son por izquierda, o por derecha? ¿O son más bien “antigrieta”?
Lo primero que hay que señalar es la erosión casi terminal de la tercera fuerza antigrieta, o “ancha avenida del medio”. Con Sergio Massa integrado (y, al menos por ahora, bastante cómodo) a la coalición gobernante, Roberto Lavagna virtualmente retirado, el socialismo santafesino en crisis y un cordobesismo que finalmente no saltó las fronteras de su provincia, no aparece una clara opción en esta dirección. Tampoco es seguro que están los votos: las encuestas (como una realizada por la Universidad de La Matanza) le dan una intención de voto de alrededor del 5% de los votos a Florencio Randazzo en la provincia de Buenos Aires, lejos del 17% que obtuvo Massa en 2013.
Es interesante mirar, entonces, qué sucede con las opciones de izquierda. Argentina cuenta con una coalición de izquierda de larga data y fuerte institucionalización: el Frente de Izquierda, FIT, se presenta rutinariamente cada elección y tiene un electorado que le es fiel. No es, sin embargo, masivo: la encuesta que señalé antes le da una intención de voto nacional menor a los dos puntos. Resulta llamativo que en esta elección la izquierda no parezca estar interpelando el “voto bronca”, algo que sí sucedió en elecciones pasadas, como la del 2013. No disminuye, pero tampoco crece.
Fuga por derecha
Tal vez entonces sea la derecha la que logre capitalizar el descontento. Según el estudio de UNLAM, en julio había un 5% nacional que planeaba votar a opciones “apoyadas por Espert o Milei”, y el mismo porcentaje recogía Espert en PBA. Una nota publicada en el diario Clarín recientemente era más enfática: pronosticaba casi un 10% para Javier Milei en la ciudad de Buenos Aires, y casi un 7% para José Luis Espert en PBA. Analistas comentan que el macrismo considera probable, y teme, una fuga de votos “por derecha”, y por eso realiza una sobreoferta de candidatos que pueden recabar en este perfil, representados sobre todo en la lista de Ricardo López Murphy.
¿Veremos entonces en esta elección el surgimiento de una opción de derecha plena con apoyo (un poco mas) masivo, que pueda ser el germen de una fuerza antisistema exitosa en Argentina? Algunos datos deben hacer que los analistas saquemos el pie del acelerador. El primero es que hay que esperar a ver cuáles son efectivamente los resultados electorales. En el 2019, las encuestas anteriores a las PASO también pronosticaban grandes cosas para la derecha de Espert y Gómez Centurión pero sus resultados reales fueron muy decepcionantes: ambos tuvieron una sangría entre las PASO y las elecciones y finalmente rondaron el 1% de votos.
El segundo es la posibilidad de que figuras como Milei, Espert o López Murphy más que representar algo nuevo sean una nueva configuración de algo similar a la UCeDe o a la fuerza de Domingo Cavallo, que también lograron sacar alrededor del 10% en varias elecciones entre los ochenta y finales de los noventa. En 1987 obtuvieron el 6% a nivel nacional; en el 89 les fue todavía mejor, con el 10% y Álvaro Alsogaray tercero (sacó el 12% en Capital Federal). La identidad de derecha liberal-conservadora (ahora le dicen “libertaria”) también es de larga raigambre en Argentina. Carlos Menem los contuvo en su momento de hegemonía; Mauricio Macri había logrado incorporar estos votantes a su proyecto político: veremos si los pierde ahora. (Mi pálpito: no lo creo).
Ese 10% de votantes no son, ni han sido, antisistema en sentido estricto. En todo caso, son pro-sistema, o más aún, hiper-sistema: más mercado desregulado, más desarme de un estado de por sí destartalado, más privatización de las relaciones sociales, más poder a los que ya lo tienen, más autoridad patriarcal para los que ya son patriarcas, más deterioro medioambiental. Su slogan podría resumirse en “Más de lo que hay, pero sin tibios”. Son algo así como los verdaderos aceleracionistas: adelante a toda máquina.
En todo caso, habremos de revisar estas hipótesis luego de las elecciones. Por ahora, el dominio bi-coalicional no parece estar todavía amenazado seriamente.