Argentina transita una crisis política que partió en dos la cúpula del poder nacional. La inflación deglute salarios, castiga con más pobreza y alimenta el hartazgo. La desesperanza es el sentimiento social prevalente y Javier Milei es la estrella política del momento: el libertario con modales de rockero, ideario anarcocapitalista y fobia al Estado es “el dato” de todas las encuestas y el fenómeno que altera a todo el sistema político argentino.
La inquietud que la figura de este economista cuidadosamente despeinado genera en el esquema partidario es generalizada y creciente. Las aguas, no obstante, se dividen a la hora de analizar la trascendencia de Milei.
Un sector lo equipara al fenómeno que representó Elisa Carrió: un suceso eminentemente porteño y mediático, con peso específico sólo en elecciones legislativas y con limitado poder de incidencia, que finalmente es incorporado por una fuerza mayoritaria.
Otro sector, que va creciendo, observa en Milei al gran emergente de la larga crisis argentina. Quienes reconocen en el libertario las características de un actor disruptivo lo referencian con fenómenos similares de ultraderecha en el escenario internacional pospandemia y lo señalan como riesgoso para la estabilidad del sistema político -su denostación de la política y de la dirigencia es permanente- y hasta para el sistema democrático. “Yo juego con las reglas del sistema”, suele contestar Milei, antes de adjudicar a “los zurdos” o a “la casta” esas advertencias.
Una tercera línea de interpretación equipara la trascendencia de Milei a la de un influencer destacado: el primero que irrumpe en la política argentina. Un discurso a mitad de camino entre la solvencia técnica, la provocación y el marketing de la extravagancia, con sobredimensionada presencia mediática y enorme capacidad de incidir en un sector de voto oscilante y frustración en alza.
Esta línea de análisis señala que se trata de un liderazgo efímero surgido de las redes sociales, que carece de estructura territorial, que no tiene equipo, que a 15 meses de las Paso de 2023 no cuenta siquiera con un partido de alcance nacional, que su guerra contra “la casta política” terminará cuando encare esa construcción para pelear la presidencia y que en ese momento perderá su principal ventaja relativa: el discurso antisistema.
Lo real es que Milei pasó de las redes sociales al 17% de los votos de la ciudad de Buenos Aires en las legislativas de 2021 y que desde entonces protagoniza el principal cambio que marcan todas las encuestas nacionales: una intención de voto que se va acercando al 20%, con chances de ser el precandidato más votado en las Paso presidenciales de 2023 y que ya ocupa en las mediciones el lugar de la tercera fuerza, incluso en provincias donde él nunca estuvo y su partido no existe.
Dos versiones de Milei
Milei casi no se refiere a temas que excedan la economía cuando brinda sus clases públicas o debate en televisión, y dentro de su disciplina el menú que incluye es acotado: admirador de los pensadores de la Escuela Austríaca, apela a conceptos que son rebatidos incluso por economistas liberales. Dinamitar el Banco Central y reemplazarlo por un esquema de Banca Simons -modelo teórico desarrollado en la Universidad de Chicago en los años '30, que nunca fue aplicado- es el lema del momento.
Sólo aborda temas fiscales, financieros y monetarios, entre los que se destacan tres banderas principales: la reducción del gasto público, la eliminación de impuestos y la dolarización de la economía. En el universo Milei, la desregulación y la apertura plena de la economía también son estandartes: la mano invisible del mercado se encarga de todo lo demás. Hace cuatro décadas muchos argentinos escucharon por primera vez estas consignas de boca de Álvaro Alsogaray. Hace tres décadas, Carlos Menen y Domingo Cavallo acercaron al país a esas ideas: se trata del único momento de la economía argentina que valora Milei.
La demonización permanente del Estado y la diatriba contra la “casta política” son las consignas de fácil interpretación para el gran público. El histrionismo extremo, los insultos y la irreverencia acompañan esa puesta de Milei, donde él actúa como un rockstar con chaleco antibalas y guardias armados. El cóctel completo está alterando los planes del sistema político.
Cambio de planes
Juntos por el Cambio es la fuerza más afectada -hasta ahora- por el fenómeno Milei. Cuando la coalición opositora se preparaba para enfrentar al Frente de Todos ampliando su base electoral hacia el centro con la incorporación de alguna pata peronista, el reverdecer del radicalismo y la figura dialoguista de Horacio Rodríguez Larreta, la irrupción libertaria vino a amenazar los territorios que el PRO consideraba asegurados en la derecha.
De ese electorado macrista viene la intención de voto que cosecha Milei y por esa razón desde la coalición opositora reiteran que es funcional al kirchnerismo. Juntos por el Cambio tiene un encarnizado debate interno en torno del libertario y esa discusión está irresuelta pese a que Rodríguez Larreta y la UCR forzaran un comunicado que intentó cerrarle la puerta a Milei.
Mauricio Macri y Patricia Bullrich fantasean con absorberlo y todo Juntos por el Cambio asume que negociar con el libertario será ineludible: algunos quieren hacerlo antes de las Paso y otros, después. El radicalismo que conduce Gerardo Morales es el más incómodo y amenaza con dar un portazo si el PRO intenta incorporar a Milei, pero mientras tanto toda la coalición se ve forzada a correr hacia la derecha su discurso político. Hasta ahora, esa es la principal consecuencia del fenómeno libertario.
La Libertad Avanza es un partido porteño. Ahora Milei comienza la construcción nacional y todo indica que será el viejo Partido Demócrata el que le facilite la estructura jurídica. En provincias como Córdoba y Mendoza esa construcción ya está en marcha y en junio será el desembarco en la provincia de Buenos Aires. En las jurisdicciones donde no hay Paso, la irrupción libertaria también altera por completo las estructuras locales.
Un verdadero fenómeno de consecuencias impredecibles para un país sin rumbo y para el agrietado esquema de coaliciones que rige desde hace una década. La tercera vía que no logró surgir en el centro está surgiendo a la derecha.