DIÁLOGOS

“En contextos inflacionarios cambian los hábitos de consumo y también la oferta”

Andrea Graciano, licenciada en Nutrición e investigadora de la UBA, analiza cómo se adecúan los comportamientos de consumo en un momento de escalada de precios. Por Laura Giubergia

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andrea graciano-web redaccion Mayo
24-10-2022

Foto de Constanza Niscovolos.

“El precio es uno de los factores que condicionan las elecciones de consumo de las personas. En contextos inflacionarios, el aumento de precio hace que muchas veces se transformen hábitos y se reemplacen determinados productos por otros. Pero lo que suele cambiar, también, es la oferta de la industria alimentaria que busca la manera de que uno siga consumiendo el mismo tipo de producto aunque uno no compre exactamente lo mismo que antes”. 

Andrea Graciano es licenciada en Nutrición, docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro del Consejo de Nutrición Pública de la Asociación Argentina de Salud Pública. En un país con un alto consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, Graciano analiza qué modificaciones derivan de la suba de precios. 

-Mencionás que, además de cambiar los hábitos de consumo, cambia la oferta de la industria. ¿A qué tipo de cambios te referís? 

-Es habitual que la industria alimentaria ofrezca los mismos productos en envases más pequeños, a veces al mismo precio que el envase tradicional. En otros contextos de inflación hemos visto que las empresas de bebidas azucaradas ofrecieron una latita más pequeña que la convencional a un valor accesible que permitía, pese a las subas de precios, seguir consumiendo ese producto aunque en un envase de menor tamaño. Es importante tener presente que Argentina, junto con México y Estados Unidos, son los países con mayor nivel de consumo de bebidas azucaradas en América Latina. El envase se achica, el paquete se achica, pero en la lógica del consumidor pareciera que el precio no aumentó y el consumo se sostiene. Si bien hay cambios más marcados y otros más sutiles, la sensación es que se sigue comprando el mismo producto por el mismo precio. 

-¿Qué otros hábitos se modifican por el factor precio?

-Las personas que están habituadas a comer carne, por ejemplo, es probable que sigan consumiendo carne pero un corte más económico, o cambian la carne vacuna por la carne de pollo. Se van incorporando alternativas más económicas porque los hábitos alimentarios son difíciles de transformar. Qué opciones tengo y a qué precio es un gran condicionante del consumo. 

-Hay una creencia de que comer sano cuesta más. ¿Es así? 

-Esa es “la” pregunta. Pero la respuesta va a depender del punto de vista del que se analice. Hay opciones de alimentación saludable 100 por ciento basada en plantas que pueden ser mucho más económicas que una alimentación menos saludable, pero siempre depende de qué tipo de alimentación comparemos. Sí puedo decir que hay formas de alimentarse de manera saludable y sostenible para el ambiente que son económicas. Ahora, si una persona que come carne quiere comprar los cortes con menos grasa, por ejemplo, esos cortes son más caros que aquellos que tienen más contenido graso, cartílago y demás. 

Graciano apunta que, aunque el precio es condicionante, hay otras variables que intervienen en la decisión de compra y que no siempre están vinculadas a lo económico. “A veces un determinado consumo se asocia con darse un gusto, con un disfrute”, precisa. 

Y agrega que no siempre los comparativos se hacen sobre parámetros equivalentes. “Nadie en el súper se pone a calcular cuánto termina saliendo el kilo de una determinada galletita para comparar, por ejemplo, con un kilo de pan”, explica. 

Cambios que influyen

Asimismo, Graciano sostiene que hay factores con el tiempo dedicado a la preparación de alimentos y la pérdida de la transmisión intergeneracional de saberes: “Se han ido perdiendo aspectos de la alimentación, muchos por la inserción de las mujeres en el mercado laboral, y por una industria que nos vende que lo rápido y listo es un valor por sobre lo preparado de manera casera”. 

Sin embargo, asegura que la compra de productos ultraprocesados no está solo relacionada al precio, sino que se viene incrementado su consumo en todos los quintiles de ingresos. “Nuestros consumos se vienen transformando en las últimas décadas con una mayor presencia de productos ultraprocesados”, afirma. 

“Hablando de precios, es interesante analizar, con más razón en un contexto inflacionario, cuáles son las políticas fiscales en torno a los alimentos. Los organismos internacionales recomiendan desde hace años que los países  apliquen subsidios para alentar el consumo de opciones saludables y nutritivas e impuestos a aquellos productos cuyo consumo se quiere desalentar, como las bebidas azucaradas. Sabiendo el impacto negativo del consumo de estas bebidas en la salud de las personas y su vinculación con enfermedades no transmisibles, sería una buena política de salud pública”, propone Graciano, semanas antes de que se inicie el mundial de fútbol que despierta pasiones y donde algunas figuritas coleccionables se pueden conseguir, solamente, comprando este tipo de bebidas  que contienen un exceso de azúcares y/o edulcorantes. 

Este tipo de prácticas de promoción, publicidad y patrocinio han sido reguladas por la ley 27.642 de promoción de la alimentación saludable, conocida como Ley de Etiquetado Frontal, aprobada en octubre del 2021. Pese a que el 20 de agosto finalizó la primera etapa de implementación para las grandes empresas, son pocos los productos que hoy exhiben sellos en sus envases. Graciano considera que, por las prórrogas pedidas por las empresas, recién a partir de febrero del año próximo se verán en mayor proporción las advertencias en los empaques. 

“Quienes militamos esta ley necesitamos que haya una comunicación oficial sobre las empresas que pidieron prórroga, cuáles las obtuvieron y cuáles no, para poder saber si estamos ante incumplimientos”, finaliza. 

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Redacción Mayo

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