OPINIÓN

#Granizo, la película de Netflix con Guillermo Francella, todo lo que está mal

La clase media empobrecida hasta la humillación, la crisis como sinónimo de locura, la mirada inocente a la cultura del interior, el aplauso a la cruzada mediática aunque contraten actores para hacer de cordobeses. ¿Quién se divierte con esta comedia? ¿De qué se ríen los que ríen? Por Cris Aizpeolea

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01-04-2022

Nadie pone en duda las dotes actorales de Guillermo Francella, el gran comediante argentino. Ni la sensibilidad del guionista Nicolás Giacobone, coautor de El último Elvis, maravilla de película, o el olfato para llegar al gran público hurgando en los pliegues de la clase media argentina del director cordobés -de Inriville- Marcos Carnevale. Ni menos aún, claro, del altísimo poder de fuego de un gigante como Netflix a la hora de mover la industria, producir contenidos y entretener, tanta falta que nos hace.

Pero todos esos ingredientes pueden indigestar y terminar en una ensalada incomible, como ocurre con #Granizo, el último hit de la megaindustria que veníamos esperando ver por las pantallas y que a dos días del estreno mundial en la plataforma de la N roja va primero ranking de vistas. Una comedia argentina, concebida supuestamente para conmover y reírse de nuestras propias desgracias, con la que dan ganas de llorar. Y un poco de bronca también.

La historia, ya contada mil veces (igual, ALERTA DE SPOILER), gira en torno a Miguelito Flores, un magnético meteorólogo encarnado por Francella, que una noche le pifia al pronóstico y se tiene que exiliar en Córdoba, en lo de su hija, porque sus seguidores porteños sufrieron las consecuencias de un temporal y se lo quieren comer crudo. Interesante nudo para desatar en una película feliz. Con mucho menos se han tejido historias geniales.

Pero el hilo se va enredando en una madeja que, en su paso de la comedia costumbrista televisiva (viejísima, del Pol-ka de los '90) al drama vincular, la caricatura urbana del interior, los brotes de realismo mágico y el intento de cine catástrofe, no termina nunca de componerse. Tantas pretensiones narrativas se chocan y se anulan entre sí. #Granizo falla en el tono, en el código y en el contexto.

¿Quién puede reírse, a esta altura del partido, de ver retratada en una mesa familiar a la clase media argentina desquiciada por la crisis? ¿Qué parte del chiste me estoy perdiendo en la escena donde maltratan al abuelo loco que vive con ellos, como si fuera lo más natural del mundo? ¿Realmente nos divierte partir de ahí? La comicidad se alimenta de desgracias, errores, gafes, pifies, pero la cosa no funciona cuando unos se ríen de los otros.

En mayo de 2021, Córdoba vivió su propia película cuando se filmó en esta ciudad y en las Sierras Chicas la trama local de #Granizo y la Producción fue recibida por las máximas autoridades en la Casa del Gobierno. Por cierto, la iglesia de Los Capuchnos, La Cañada, El Panal y otros íconos de Córdoba lucen bellísimos. Por momentos, con las nuevas obras urbanas, hasta parece un spot oficial de turismo.

“Es la primera vez que Netflix sale del AMBA para ir al interior del país. Y lo hace en nuestra Córdoba” -dijo entonces con orgullo el gobernador Juan Schiaretti-. Esto se debe a que tenemos aquí el Polo Audiovisual que ha generado en estos años 3.000 puestos de trabajo genuinos”.

Magnífico el impulso oficial para esta industria. Salud para los grandes productores que miran más allá de la porteña General Paz. Pero ojalá que la próxima salga mejor.

Sepan que tenemos recursos técnicos y creativos altamente formados, y que hay cientos de actores geniales para encarnar comedias, dramas y cualquier desafío en escena. Por favor, basta de contratar gente para que haga de cordobesa. Ya lo dijeron otros mucho mejor que en esta columna. Les sale francamente mal.

Si llegan a hacer otra producción para el gran público global donde quieran mostrar el interior de Argentina, inventen una provincia y pónganle la tonada que quieran. Total, es ficción. Es para “entretener”. Pero también en los chistes, en las comedias para todo público, se ponen en juego valores y miradas. Y eso es un poquito más serio.

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Redacción Mayo

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