CRIPTOARTE

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El espacio irredento conocido como ´metaverso´ es el sitio que las artes nativas del mundo digital encontraron para crear un circuito de validación y comercialización, evadiendo los lugares comunes de las instituciones del arte. La experiencia del artista platense Gamboa Naon. Por Luciano Lahiteau

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26-04-2022

Fuente: KVG (Kate Vass Galery) 

 

La irrupción de Beeple en la escena del arte con la subasta millonaria de Everydays: the First 5000 Days fue como el desembarco de un viajero del tiempo. El evento de marzo de 2021 que muchos analistas observaron como un antes y un después en la historia del arte también puede ser visto como una deslealtad al mundo cripto: Mike Winkelmann salía del metaverso, una dimensión libre de las reglas del mundo ordinario, para revelar su existencia en uno de los templos del arte burgués, la casa británica Christie's. Beeple, incluso, lanzó un kit que convierte sus NFT en objetos tangibles, con un reproductor que las convierte en un objeto digital físico.

A la sombra de esta aparición fulgurante, que puso en cuestión todas las convicciones de las instituciones del arte a la salida de la pandemia, están los artistas que prefieren mantenerse dentro de las fronteras del metaverso. Un espacio que diluye las distancias y genera un nuevo tipo de sociabilidad, más afín a la personalidad y las rutinas de los artistas que trabajan en el flujo y el reflujo entre la inteligencia artificial y la creación autoral propia, entre la soledad e impasividad de su relación con la computadora y sus softwares y el ágora pública virtual que le provee temas a través de las redes sociales.

Everydays: the First 5000 Days es, en algún sentido, una simple compilación de posteos de blog, Facebook, Twitter e Instagram acuñados desde 2007. Apenas seis meses antes de vender su obra emblema por casi 70 millones de dólares, ninguna imagen de Winkelmann podía encontrarse en los mercados digitales de criptoarte. Sencillamente producía imágenes para subir al feed de su Instagram, donde llegó a acuñar más de 2 millones de seguidores, mientras continuaba con el trabajo por el que mejor se lo conocía: la generación de videoarte y loops de imagen digital para eventos y espectáculos musicales. Recién cuando se dio cuenta del alcance que tenían sus ejercicios diarios (en promedio, no le toman más de una hora y media de labor), decidió seguir los pasos de colegas como Pak, que habían decidido sumergirse en la multidimensión de los NFT y hacer un buen dinero con piezas intangibles, que solo existen en el plano digital.   

Ahora que es un autor valuado en millones, cientos de críticos de arte alrededor del mundo tratan de dar una interpretación certera de su estilo y de lo que significa para la historia del arte que una obra compilatoria e intangible haya sacudido de esa forma los mercados. Winkelmann, en tanto, sigue viviendo con su esposa en Charleston, Carolina del Sur, pide que se sigan refiriendo a él como diseñador y responde “no tengo idea de lo que me hablás” cuando le mencionan categorías como expresionismo abstracto para describir su obra. Para él, las jerarquías entre imágenes no existen: valen tanto una tomada de un banco gratuito alojado en internet como una creación propia o un ícono de la plástica occidental como La Mona Lisa. El objetivo diario de Winkelmann es crear “la imagen más fucking cool”, una que “nunca antes haya visto”.

Pero tal vez el de Winkelmann no sea un caso tan representativo del criptoarte. A sus 39 años, Beeple es emergente de un mundo híbrido, con un pie en lo analógico y otro en lo digital. Más allá de él y sus millones, existe una comunidad de artistas y coleccionistas de perfil más bajo que realizan, aprecian, acumulan e intercambian un tipo de arte que mantiene un diálogo más distante y etéreo con el universo físico que el que estableció el diseñador nacido en Wisconsin, Estados Unidos.

 

Arte generativo

Entre ellos está Manolo Gamboa Naón, una joven artista platense que expone y vende su obra en galerías NFT. Manoloide, como se lo conoce en el mundo del criptoarte, no tiene redes sociales ni trabaja con marchantes ni galerías de arte tradicionales, aunque sí tiene una formación en artes visuales. A sus estudios en La Plata, sumó una estadía en Berlín, Alemania, hasta poco antes del comienzo de la pandemia, cuando volvió a la Argentina. Desde entonces, resolvió abstraerse y orientar su tiempo a otros intereses, dejando su producción visual en un impasse por más de un año, algo nada habitual para la labor artística. Sin embargo, su obra siguió circulando por el mapa de marketplaces de NFT y agotándose en semanas.

Aunque sus intereses incluyen la música y el dibujo a mano, en el metaverso Manolo es conocido como un autor de arte generativo. Es una disciplina que implica el proceso de creación a través de la activación de un grupo de reglas, en el contexto de un sistema autónomo o semiautónomo. En él, el artista permite que una computadora bajo su tutela tome algunas decisiones por sí misma y produzca lo que para Beeple es la gran pregunta: ¿qué pueden hacer un humano y una computadora juntos?

Manolo utiliza principalmente un sistema llamado Processing para generar sus imágenes, donde además de la experimentación algorítmica con el color y la geometría, se pueden percibir citas directas y homenajes a grandes autores del arte moderno, principalmente del expresionismo y la abstracción. En una entrevista de 2018, Manolo reflejaba la importancia de estar atento las eventualidades del proceso creador junto a la máquina, cuando programación y sensibilidad visual se entrecruzan. “Cuando empiezo a crear, las partes más hermosas del trabajo nacen del error. Después de cierto punto, creo que la madurez de mi estilo se formó a partir de cometer pequeños errors porque iba descubriendo en el camino. De esos errores tomo una idea, y la idea queda. Aprendo a manipular esos errores. El error es central para el trabajo de los artistas generativos, además de, obviamente, las reglas. Las reglas se convierten en un texto que se convierte en una imagen. Es imposible que lo que imaginas se convierta en lo que ves. Al principio es errores, errores, errores, errores. Son errores hermosos”. 

Al regreso de su estadía en Alemania, donde trabajó durante todo 2019 en un estudio de diseño, Manoloide empezó a catalogar su trabajo y a mostrarlo y comercializarlo más asiduamente en galerías cripto. Ahí, sus piezas construidas en la hibridez de su formación visual académica y su exploración con la programación encontraron un hábitat. “Uso el código como una herramienta, pero también como un lenguaje donde puedo representar ideas muy diversas: a veces solo me interesa resolver un problema geométrico, explorando cómo se mezclan los colores, dar la sensación de un material, una trama en el suelo, cómo representar un árbol... Lo más hermoso es cuando la idea se acerca a un sentimiento”, dijo en una entrevista de 2021. 

Aún así, ni siquiera los artistas como Gamboa Naón comprenden hacia dónde va a correr el cauce del criptoarte. “Son cosas en las que estoy sumergido pero en realidad no entiendo ni me interesan. Ojalá pudiera no creer en contratos, ni en la idea de propiedad, dinero, o desarrollo individual, digo, es algo que toca muchos modelos que me exceden. Soy feliz por muchos amigos y artistas, por la visibilidad del arte digital, siento que hay mucha más gente explorándolo. No suelo interesarme en lo que sucede cuando algo está de moda pero siento curiosidad por cómo evolucionará en los años por venir”.  

 

 

 

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Redacción Mayo

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