CONSUMOS DIGITALES

Replicable y memorizable: una genealogía del meme

Los memes son unidades mínimas de transmisión cultural que tienen una breve historia relativa a las teorías evolucionistas y al lenguaje de la historieta, con un fuerte componente liberal que se contrapone a las ideas de autoría y copyright. Por Luciano Lahiteau

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11-11-2021

Ilustración Juan Pablo Dellacha

 

El meme es un “mneme”: una unidad de memorización. El concepto proviene de la teoría del biólogo, etólogo y zoólogo británico Richard Dawkins, que postuló que los rasgos culturales se transmiten del mismo modo en que lo hacen los genéticos: por la replicación de los memes o unidades de información cultural. 

“A pesar de ser básicamente conservadora, puede dar origen a una forma de evolución”, escribió Dawkins en 1993. Derivado de la palabra griega mimeme, para el científico el meme se propaga de un cerebro a otro como el gen lo hace mediante los espermatozoides. “Cuando plantás un meme fértil en mi mente, literalmente parasitás mi cerebro”, escribió Dawkins, “convirtiéndolo en un vehículo de propagación del meme, de la misma forma que un virus puede parasitar el mecanismo genético de una célula anfitriona”. Es decir que, para él, la cultura no es un conjunto de conductas compartidas, sino un compendio de datos, información e ideas que especifican esas formas de comportamiento.

En 1999, la escritora Susan Blackmore retomó la hipótesis de Dawkins y arriesgó que lo que distingue al ser humano de otras especies es la habilidad de imitación. Esa habilidad se codifica en memes, que evolucionan como los genes, aunque en paralelo. En La máquina de los memes, Blackmore escribió que  “todo lo que se transmite de una persona a otra (...) es un meme. Ello incluye el vocabulario que utilizamos, las historias que conocemos, las habilidades que hemos adquirido gracias a otros y los juegos que preferimos”. A fines del siglo pasado, Blackmore ya advertía en las cadenas de correos electrónicos que en la era informática habría “memes virales”.

Pocos años más tarde, el teórico visual Nicolás Mizroeff sugirió que la actitud memética es lógica, si consideramos que asistimos a una época de saturación visual. Para entonces, casos como el de dancing baby (la animación 3D de un bebé que baila, aparecido en 1996), ya habían mostrado que el poder de democratización informativa de internet tenía como aditamento la reproducción de memes virales. El surgimiento de la comunidad 4chan lo confirmó con la generación constante de viñetas que se compartían y transformaban dentro de su foro para resumir vivencias o historias, pero que pronto saltarían las fronteras del sitio. La clave estaba en la simpleza infantil de su trazo, que hacía que fueran fácilmente reformulables, y la impersonalidad de los personajes, lo que ampliaba su capacidad de apropiación. La atención se dirigía a la emoción o a la situación, exacerbando el gesto por sobre la identidad. 

Con estas características surgieron memes como Fuck Yea, Rage Guy, Poker Face o Forever Alone. Cada uno de ellos servía para traficar un sentimiento estandarizado a distintas situaciones, en dos, tres o cuatro viñetas al estilo de la historieta. El chiste o anécdota se narraba por medio de expresiones faciales simples, que acababan invariablemente en la frase de remate. Pero pese a los giros literarios de los memes más elaborados, donde la influencia del cómic se hace evidente, la concepción más extendida de estas pequeñas obras de arte digital no contempla la firma o la autoría. Los memes son de todos, y se enriquecen en la medida en que los usuarios los corrompen y violan, cuando alteran su original. 

En solo una década, esos memes primigenios, con un gran parecido con la caricatura política (debido al contenido y la capacidad de transmitir sentimientos potentes), se convirtió en un forma de intervenir el mar de imágenes en el que vivimos. Del arte clásico a la vida a través del prisma de Boca Juniors, de la obra de Jorge Luis Borges o Nick Cave a situaciones cotidianas y cuestiones domésticas, los memes siguen siendo unidades de transmisión. Pero hoy, en cambio, no se parecen tanto a los genes que le dieron nombre. Como observó Limor Shifman en 2013, los memes de Internet no son ideas aisladas o autónomas. Su existencia depende del conocimiento que activan, y de su circulación en un grupo con características en común, que es el que finalmente les da sentido.

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Redacción Mayo

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