DISCURSOS DE ODIO

De las redes a la Justicia

Bajo figuras como amenazas o incitación al delito, hoy vigentes en el Código Penal, se pueden englobar muchos de estos discursos. Por Laura Giubergia
2 ilustra 1 redaccion mayo octubre 22 odio
05-10-2022
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El Código Penal está repleto de diferentes artículos que permiten avanzar contra expresiones de odio. Aquí, para evitar caer en un aburrido y extenso catálogo, sólo nombraremos dos artículos que pueden englobar a buena parte de la actual discusión.

El artículo 209 sanciona a quienes instiguen a cometer un delito con prisión de dos a seis años. También, mientras que el artículo 213 castiga con un mes a un año de cárcel a quien hiciere, públicamente y por cualquier medio, la apología de un delito o de un condenado por delito.

"Cómo no haber estado ahí y poder haberle descargado una bala en la cabeza a la sinvergüenza de Cristina”, escribió a fines de 2019 el empresario Roberto Maggi, presidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la ciudad de San Francisco, en la red social Facebook. Por televisión, Maggi acababa de ver cómo asumía la dupla Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner al frente del país.

El entonces fiscal federal Gustavo Vidal Lascano presentó una denuncia penal para que se investigaran los posibles delitos de amenazas o apología del delito. El empresario pidió disculpas y borró todo.

Incitación, discriminación, fomentar, son sólo algunas de las palabras que ya tienen forma de artículo penal en el país.

Dos años antes, Carlos Andrada de 23 años, fue detenido luego de publicar en Twitter: “Hay que salir a matar a gendarmes hasta que aparezca Santiago Maldonado”. El fiscal Enrique Senestrari solicitó su aprehensión por supuesta “incitación a la violencia”.

La causa al final quedó en la nada. La investigación demostró que detrás de los 140 caracteres, Andrada no tenía ni siquiera un plan burdo para llevar a cabo lo que proponía.

Pero su mención en esta nota permite ilustrar cómo dos ciudadanos opuestos en el abanico ideológico -el empresario Maggi y el joven Andrada- terminaron perseguidos por lo mismo: precoces escritores de violencias en redes sociales.

¿Qué sucedería si la Justicia persiguiera las montañas de odios que a diario se escriben en la web? ¿Por qué la idea oficial hizo hincapié en los discursos más conocidos, de los medios tradicionales, pero evitó fijarse en las barbaridades de los anónimos? ¿Qué iguala los ataques públicos a los periodistas llamados "opositores", el atentado que hace más de un año sufrió el diario Clarín con bombas molotov, los falsos cadáveres montados frente a la Casa Rosada por grupos autodenominados "libertarios", los que proponen horca pública a los que utilizan el lenguaje inclusivo con la e y el fallido atentado a CFK? El odio no tiene un sólo padre.