CONSUMOS CULTURALES

A ritmo distinto

Mientras el streaming ocupa cada vez más lugar en las pantallas de los argentinos, los podcasts siguen siendo de nicho. En ambos casos, el recambio generacional es el impulsor principal, pero no el único. ¿Qué dicen estas cifras del modelo de narraciones e historias que nos gusta consumir? Por Luciano Lahiteau

Juan Pablo Dellacha
Juan Pablo Dellacha Juan Pablo Dellacha
29-11-2022

Ilustración de Juan Pablo Dellacha.

En las últimas semanas, el podcast Intoxicado: El caso de Pity Álvarez, un documental de seis episodios sobre el líder de Viejas Locas e Intoxicados, está al tope del ránking de los más escuchados en Spotify. Y aunque ese dato sea relativo (Spotify no es la única plataforma de podcast, e Intoxicado contó con una promoción especial ya que es una producción original de la misma plataforma) la calidad y la difusión que logró la miniserie es un buen ejemplo de la forma en que a los argentinos nos gusta consumir historias.

Intoxicado tiene dos características que parecen asegurar el éxito: es una historia conocida, que ocupó páginas de diarios y minutos de televisión, y es una crónica inscripta en el formato policial.   La realización del director Tomás Perez Vizzón, que cuenta con guión de Pablo Plotkin y locución del actor Diego Alonso en base a una idea original del periodista Lucas Garófalo, se asienta en esos dos pilares para desplegar el derrotero de Álvarez con una variedad de recursos sonoros que sumergen al oyente en la densidad oscura del personaje y acompañan el tronco narrativo que les proveyó el expediente judicial por el asesinato de Cristian Díaz, ocurrido en julio de 2018, y por el que se espera que Álvarez sea condenado el año próximo.

Pero hay algo más: Pity Álvarez es la última estrella de rock argentina, el más joven de una estirpe de genios musicales con prontuarios frondosos: Charly García, Andrés Calamaro y Juanse Gutiérrez, de quienes Álvarez es deudor artístico, tienen una distancia etaria insalvable con aquellos que estaban naciendo cuando Pity llegó a la cima con los dos primeros álbumes de Intoxicados, a inicios de los 2000. 

Como quedó plasmado en la encuesta de consumos culturales de la Fundación COLSECOR, en el todavía reducido porcentaje de oyentes habituales del formato podcast están los jóvenes que nacieron en este siglo. Las personas de entre 15 y 24 años dicen consumir podcast diariamente (18%) o algunos días por semana (25%), números que se reducen muchísimo en personas mayores de 40 años (solo el 7% lo hace diariamente y el 15% algunos días a la semana). 

Una nueva generación

Hay entonces una dimensión formal, otra generacional (el consumo de radio que arroja la misma encuesta puede probarlo: solo el 15% de los jóvenes sintoniza una emisora a diario, mientras que los mayores de 40 lo hacen entre un 56% y 60%) y otra que, a falta de mejor denominación, podríamos mencionar como consuetudinaria.   

Como muchos de los consumos y desarrollos culturales relacionados a internet, el formato podcast tiene una íntima relación con el gaming. Si bien los orígenes del formato tienen que ver con la alocución solitaria o la mesa de entrevista (los modelos más económicos y transitados, y a la vez más difundidos, con una influencia cultural y política que en Argentina todavía no se verifica), son los podcasts sobre videojuegos los que abrieron un nuevo campo. La complejización de los videojuegos de rol, donde el jugador forma parte de una historia más grande que debe saber leer e interpretar para continuar en el juego, hicieron que los universos creados digitalmente se derramen en contenidos conexos que amplían el mapa. Un caso testigo es The Last Of Us II, que semana a semana acompañaba la aventura de uno de los juegos más premiados de los últimos años.

Seguir una historia, o volver a recorrerla por otros senderos. Dejar que se desplieguen en torno a ella opiniones, especulaciones y universos paralelos: esa parece ser la pauta del consumo cultural por streaming. Y lo que comparten los podcast y otros formatos seriados originales, como resultó la miniserie documental Carmel, disponible en Netflix desde el año 2020. Otra producción local, de realizadores jóvenes y excelente factura, en base a una historia conocida de género policial como fue el asesinato de María Marta García Belsunce.  

Una vieja costumbre

En la encuesta de la Fundación COLSECOR, el 63% de los consultados respondieron que ven series, películas o deportes diaria o semanalmente. Los porcentajes son repartidos y parejos en los cortes por género, por tamaño de las ciudades de residencia y por nivel educativo.  Pero sí se alteran las barras de medición en el corte por edad. Entre los jóvenes de entre 15 y 24 años, el porcentaje de personas que ven series, películas o deportes diaria o semanalmente se eleva al 78% y en las personas entre 25 y 39 años, al 74%.

Sin embargo, las historias parecen replegarse sobre formatos narrativos clásicos, o incluso retrógrados. El formato seriado, extenso y a disposición permanente tiende un puente insólito entre la modernidad digital y las sagas, las alegorías aventuras distópicas que se explaya por largas temporadas de complejos entramados y amplísimos horizontes y elencos, como The Walking Dead, Game Of Thrones y muchas más. 

Tal vez sea ésa la clave para entender el éxito de ambos formatos, como propuso la storyteller Laurie Anderson antes de su visita al país este año. En comparación a los libros, Anderson decía que la gente “piensa de manera diferente”,  “más breve” pero que eso no significa que no le gusten las historias largas. “Las series o los videos episódicos son más comunes que las películas cortas. La medida de las historias solía ser la de una película de 90 minutos pero ahora las miniseries tienen como mínimo 8 horas”, reflexionaba. “Una historia es una historia, y hoy podés contarla en una forma extensa más fácilmente que antes. Las muy largas están de moda de nuevo. Pero no están impresas sino filmadas. Creo que es interesante que las personas empiecen a pensar menos en los libros y más en las historias”.

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Redacción Mayo

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